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OTEANDO

Magnicidio y frontera

Las pesquisas para dar con los verdaderos responsables, el móvil y los fines del asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse provocan la sensación de que asistimos a una tragicomedia de pésima calidad, donde tanto el director como los actores de la obra parecen andar totalmente extraviados en lo que hace a sus respectivos roles. Y se percibe, asimismo, como aquel espectáculo que sucede después de un evento electoral preñado de trampas donde, entre la celebración de unos y el llanto de otros, se van poco a poco apagando las euforias y disipando las verdades, hasta quedar unas y otras congeladas en la algidez propia de una morgue.

Este último espectáculo montado por una clase política rapaz, a la que le ha sido indiferente la suerte de su pueblo, pone de relieve que a Haití se le está acabando el tiempo de sobrevivir en el marco de una dinámica social, política y económica en la que una gran mayoría vive como mendigos y unos pocos de la mendicidad, como si de La ópera de cuatro cuartos se tratara y, lo que es peor, todos como damnificados respecto al mundo. Y esto así, porque les está sucediendo como el cuento en que el papá aconseja al hermano mayor no socorrer en todo al menor, para que no malogre sus capacidades de solucionar problemas y no devenga pusilánime.

Hasta ahí todo iría perfecto y pudiera hasta serle indiferente a algunos estados del mundo, lo cual no nos es dable a nosotros por una miríada de razones, principalmente porque las palomas vuelan hacia donde hay pan, pero sobre todo hacia donde ese pan esté más cerca. De todo lo cual se colige que se nos impone emplearnos más a fondo en una relación bilateral respetuosa, pero de rígida defensa de nuestra territorialidad, nuestra economía y nuestra propia identidad como nación.

Tengo probada en demasía mi vocación de alteridad respecto de los haitianos, pero ello no será óbice para que pueda ver con claridad lo que se nos avecina si no tomamos las providencias necesarias de cara al futuro. Me entristece el dolor ajeno, pero si seguimos con la teoría de que lo que hay que construir son oportunidades y no muros terminaremos muy mal. El país precisa de un dibujo de política exterior respecto de Haití en la que se considere una adecuada contención territorial sin renunciar al socorro que pueda prestársele dentro de su territorio.

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