Confesiones de San Agustín-Rousseau: Metanoia y Arrepentimiento

En el prefacio de la autobiografía de Stefan Sweig El mundo de ayer (primera edición, Buenos Aires: Editorial Claridad, 1942, p.7) escribe “nunca he atribuido mi persona suficiente importancia para sentirme tentado a referir a otros la historia de mi vida”.

Tal parece, como señala Sweig que han de ocurrir sucesos, catástrofes y pruebas para atreverse a escribir un libro que tenga el propio autor como protagonista. Es de preguntarse entonces, si el testimonio humano es en realidad una fuente válida de conocimiento.

Partiendo de las Confesiones de San Agustín (Ohio: Ed. Casa Promesa 2013) y de Jean-Jacques Rousseau (Barcelona: José Codina, Editor 1870) puede afirmarse que el alma humana esconde tras de sí la real esencia de lo que somos revelando aquellos asuntos que son fundamentales, como es la espiritualidad.

En San Agustín se revela una metanoia, esto es, un cambio o renovación interior, llevándolo a reconocer su miseria revisando sus perversos caminos en auténtica amargura del alma, pero siempre pidiendo al Señor que lo conozca como es conocido (Libros 2,3, y 10 pp. 25, 40-41, 141).

En cambio, Rousseau presenta los remordimientos de su conciencia como arrepentimiento tardío, que agrava los errores pasados, mirando el porvenir como una consecuencia necesaria (p.78).

El testimonio cristiano es hablar con el Señor con alegría, pero también con la alegría de la propia vida, es decir, hacer con nuestra vida lo que dice el Señor.