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VIVENCIAS

Tiempo y eternidad

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Juan F. Puello HerreraSanto Domingo

En la Historia de la eternidad (Alianza Editorial, 1971, pp. 13-18) Jorge Luis Borges se pregunta cómo no pudo sentir la eternidad anhelada por tantos poetas, que siendo un artificio espléndido nos libra, aun­que de manera fugaz, de la intolerable opre­sión de lo sucesivo, esto es, de una especie de cosmología filosófica, en la que el espacio y el tiempo parecen encontrarse.

Refiere Borges, que el tiempo es un proble­ma, quizás el más vital respecto al ser en su eternidad; de esa virtud, coloca la eternidad entre la pasión del juego y la sensación de una fatigada esperanza. Expresa, además, citan­do a Platón, que el tiempo es una imagen de la eternidad, esto es, la eternidad como imagen hecha con sustancia del tiempo.

Hasta aquí, encuentro cierta lógica en su planteamiento, considerando que el tiempo lo administramos nosotros en una existencia real y temporal, al cual podemos darle valor o no, dependiendo del fin que perseguimos es­ta vida. Pero, es el momento presente el que no se nos puede ir sin darle su valor, ya que de muchos presentes hacemos nuestro pasado y también estamos haciendo un puente ha­cia ese futuro que está por llegar. Ese puente que nos va a conducir a la eternidad. El valor al tiempo se lo damos nosotros. Si empleamos ese tiempo en crecer espiritualmente, en ser mejores, en ir limando las aristas de nuestro carácter y temperamento con las que lastima­mos a los que nos rodean, ese tiempo será ri­co, lleno de paz y de alegría.

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