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ORLANDO DICE

Gobierno compartido

Si el gobierno convo­ca a la crema y nata de los empresarios para intercambiar sobre la situación económica del país, sus esta­dísticas no son suficientes y cree conveniente compagi­nar.

El sector privado maneja los números del Banco Cen­tral, pero no confía a ojos ce­rrados y su día a día produce mejores resultados.

Igual, si el gobierno invita al Palacio Nacional a los capi­tanes de industria y les con­sulta sobre la crisis de precios, no tiene claro el panorama ni en sus manos los remedios.

No es asunto de incompe­tencia, sino de reconocer la gravedad del problema y con­vencerse de que no puede ca­pear solo la tormenta.

Las dos experiencias fue­ron buenas, más que los hom­bres de negocio, los que qui­tan y ponen en la economía, se sienten halagados.

Los están tomando en cuenta, son parte del poder, y mientras las autoridades apli­quen protocolos de consen­so, el capital y los intereses se sienten resguardados.

El Cambio asume ese tem­peramento, y aunque tiene sus propias ideas, siempre procura una opinión indepen­diente.

En este caso muchos pa­receres, y no solo porque ca­da cabeza es un mundo, si­no porque la República sigue siendo una Viña de Naboth, y cada núcleo social o económi­co quiere cuidar lo suyo.

La institucionalidad es bue­na si no afecta ni perjudica. En caso contrario, que sea bole­ro, pegado y en un solo mo­saico.

El gobierno, por demás, piensa que es mejor acordar con los empresarios que con los políticos, a pesar de los lla­mados reiterados en ese sen­tido.

La seguridad ciudadana, aun cuando el gobierno tiene un plan que se supone impon­drá un nuevo orden, involu­cra personas con el único fin de ganarse sus egos.

La lucha contra la corrup­ción es otro ejemplo. La impu­nidad debe cesar, es el espíri­tu de la administración; pero ese menester se pone en ma­nos ajenas.

Tal vez no se admita, pero la actual gestión es el gobier­no más compartido de la his­toria nacional. Un pastel, sin que haya cumpleaños, en que al que no le toca masa, suspi­ro.

Y todo por otorgamiento, y nada por piñata.

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