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PUNTO DE MIRA

Remesas: sangre, sudor y lágrimas

Todos estamos felices porque el volumen de las remesas ha paliado el des­calabro del turismo. Esta inyección de dólares, proce­

dentes de los países donde se radican los exiliados eco­nómicos, ha contribuido a que haya mayores aumen­tos de precios de todo lo im­portado.

Los humildes y solidarios dominicanos son un pun­tal de apoyo para sus fa­miliares y la economía do­minicana, son hormigas acarreando modestas su­mas para convertirlas en millones de dólares en be­neficio del país.

El mayor volumen de recursos procede de los radicados en Estados Uni­dos, país donde se vive pa­ra trabajar.

Los salarios que per­ciben son bajos, pero se la apañan para ahorrar a costillas del estómago. Su heroica solidaridad es

tá por encima de sus su­frimientos personales. En esas remesas hay sangre, sudor y lágrimas de los do­minicanos ausentes.

Cualquier suma que en­vían esos exiliados econó­micos ayuda a aliviar la vida de sus parientes, 350 dóla­res no dejan de ser una su­ma que en Estados Unidos podría contribuir a cubrir gastos.

Los remesadores se qui­tan el pan de la boca para ayudar directa e indirecta­mente.

No solo deja de cubrir necesidades propias para ayudar a otros es que ade­más deben diligenciar el modo de enviarlos y pagar por ese dinero.

La informalidad envuel­ve el envió de las remesas por la que pagan hasta el 6 por ciento del monto re­mesado. Muchos carecen de papeles para dar la ca­ra o tienen trabajos irregu­lares que impiden reportar las procedencias, pero se es­fuerzan para estar presen­tes en las vidas de sus pa­rientes.

Actualmente el to­tal de las remesas alcan­za niveles increíbles para un mundo azotado por la pandemia del coronavirus. Se alega que los dominica­nos se benefician del dine­ro de ayuda que ha puesto Estados Unidos en sus bol­sillos y que esto cambiará en pocos meses. Cierto o falso la divisa neta que re­miten los sacrificados re­sidentes en el extranjero ayuda a todos los domini­canos.

Yo les doy las gracias.

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