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OJOS DE NIÑA CURIOSA

Los Midas modernos: encontrar oro en lo que no brilla

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Kimberly Taveras DuarteSanto Domingo

Midas fue un rey que gobernó Frigia, una región de Asia Menor que se encontraba en lo que hoy es Turquía. Según la mitología griega, Dionisio, el dios de la fertilidad, le dio el poder de convertir todo lo que tocaba en oro, como premio a la hospitalidad mostrada por él con su padre adoptivo. En mi paso por la Escuela de Química, aprendí que el relato del rey Midas es una de las primeras historias sobre la alquimia existentes. Desafortunadamente, también es una triste historia que termina con el suicidio del rey, enseñándonos cuán fácil podemos caer víctimas de nuestros deseos. Pues, aunque Midas tuvo el poder que casi cualquier humano podría desear, no podía disfrutar de cosas elementales, como el placer de saborear un rico chimi.

Cuando cursé mis estudios en energías renovables, pude advertir el símil entre el mito del rey Midas y el poder de los procesos de reciclaje para convertir en oro (materia prima) lo que otros seres humanos consideraban desechos. Por ejemplo, la industria electrónica moderna busca una solución al desfase existente entre la escalada de la producción de estos esos aparatos electrónicos que tanto nos facilitan la vida y la capacidad de extracción de la tierra del oro utilizado para producirlos. Los entendidos establecen que esta solución podría venir del reciclaje, pues según datos del Global E-Waste Monitor, para el 2021 se registró un récord de 53.6 millones de toneladas métricas de desechos electrónicos en el mundo, lo que supone una gran cantidad de oro que se puede rescatar.

El acto de reciclar es el primer eslabón de la economía circular; el impulso de este es muy importante para las economías emergentes como la nuestra. Aún así, en nuestro país esta actividad se establece de manera tímida, impulsada principalmente por los convenios internacionales suscritos por el Estado con los demás países de la región y la Organización de las Naciones Unidas, en el marco de los objetivos de desarrollo sostenible.

A pesar de esos esfuerzos, el reciclaje en el país no acaba de arrancar, sobre todo, debido a trabas administrativas decantadas de la carencia de una norma que dé seguridad jurídica a los inversionistas del sector y las carencias que adolece uno de los actores más importantes de este: las autoridades municipales. Estas carencias van desde la falta de técnicos que ayuden en el proceso de planificación, fiscalización e integración de estas a las normativas locales, hasta la ausencia de datos oficiales y continuos sobre el flujo y el tipo de desechos, que permita estudiar y rentabilizar (como primer incentivo para las empresas) la acción del reciclaje.

Pero ¿por qué esta timidez de los ayuntamientos, ante una actividad tan prometedora? Lo primero es el dinero. Una segunda pregunta que se desprende es ¿cómo puede ser el dinero un problema, si al inicio hablamos de las bondades económicas que genera el reciclaje? Pues también hay que recordar que, si bien Dionicio le dio a Midas el poder de convertir en oro lo que tocaba, fue precisamente por el detalle hospitalario que este tuvo con su amigo sátiro de Sileno. En resumidas cuentas, el dinero va donde está el dinero. Y dinero es, precisamente, lo que no tienen los ayuntamientos del país. Hagamos un ejercicio.

Para el 2020, según cifras de la Dirección General de Presupuesto, los ayuntamientos recibieron RD$20.2 000 millones, de los cuales, según la Ley 176-07, deben destinar un 25 % para el pago de su personal, una 31 % para el desarrollo de actividades, el funcionamiento y el mantenimiento ordinario de los servicios municipales (el principal servicio es la recogida de desechos). Un 40 % para obras de infraestructura y un 4 % dedicado a programas educativos de género y salud. Si tomamos esa referencia y colocamos como receptor del 31 % estrictamente el servicio de recolección de los desechos (lo cual sería imposible), tendríamos una dotación de RD$6,200 millones de pesos para esta actividad. Mucho dinero, ¿verdad? Pero ¿suficiente? ¿Cuánto necesitaríamos para que los ayuntamientos reciclen? Sigamos con el ejercicio, para que sean ustedes los jurados.

Según mis cálculos (diria el Cherry Scom), si consideramos nuestro país como una economía cerrada, no hay población flotante (turistas) y sin producción de desechos tóxicos, este produciría un promedio de 13,425 Tm/día de desechos, lo que es igual a 4.8 millones de Tm/año. De estos, solo el 33 % se estima podría ser reciclada. Si consideramos un precio modesto del mercado internacional para la recolección de una tonelada de desechos en US$26.00 y una tasa de RD$58.00 por US$1.00, los ayuntamientos necesitarían RD$7,800.00 millones para cumplir con su mandato de ley, o sea, alrededor de RD$1,600 millones más que el total del presupuesto, si consideramos este ideal panorama.

A todo esto hay que sumarle las campañas de educación ciudadana y demás acciones necesarias para poner en funcionamiento una verdadera industria de reciclaje, ya que el calculo anterior es solo para la recolección y deposito final de los desechos. Una de esas acciones (por ejemplo), sería lograr que los 350 botaderos a cielo abierto existentes sean convertidos en verdaderos vertederos que puedan funcionar como biorefinerías locales, generando soluciones renovables, tanto de la parte orgánica, como la inorgánica de los desechos.

Todo esto se lograría, primero con una estable y coherente política presupuestaria del Estado hacia los ayuntamientos, que permita cumplir con el artículo 3 de la Ley 166-03, la cual, para el 2020, esta sola acción hubiese significado que los ayuntamientos manejasen RD$75,082.34 millones (un poquito alejado de lo ejecutado, ¿verdad?), dinero suficiente para enfrentar los problemas de la gestión y disposición final de los desechos en el país. Segundo, impulsando de manera definitiva la norma existente en el Congreso, con el propósito de dotar de seguridad jurídica al sector, esto incentivará la inversión privada en el sector y un gran esfuerzo por institucionalizar las acciones de los gobiernos locales, haciéndola instituciones más inclusivas, según Acemoglu.

En fin, necesitaremos de un Estado (Dionisio sin sus locuras) que premie a los cabildos (Midas) por los esfuerzos (hospitalidad) que por tantos años les han dado a los sufrimientos que ocasiona la mala gestión de los desechos (sátiro de Sileno). Este regalo, a mi entender, podría otorgar a los cabildos (¡por fin!) el poder convertir en oro lo que no brilla.

La escritora es ingeniera química y especialista en recolección de desechos sólidos.

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