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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Interpretaciones de la revolución francesa

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

Hasta la revo­lución rusa de 1917, Eu­ropa no co­noció una subversión tan profunda, in­esperada y rápida. La ilus­tración afectó a un sector restringido, urbano, aristo­crático y burgués. Con la re­volución francesa, la ilus­tración afectó a las masas urbanas y rurales gracias al sentimiento nacional. Chau­mette sostenía: “el territo­rio que separa a París de Pe­tersburgo será muy pronto afrancesado, municipaliza­do, jacobinizado.” La guerra llevará al poder a los girondi­nos, los jacobinos, los termi­dorianos y al mismo Napo­león. Los peligros de la patria justificaron el terror y el ani­quilamiento de la oposición. Basta recordar La Vendée o Lyon. Amenazados interna­cionalmente, les fue fácil de­clarar traidor a todo disiden­te. El campesinado francés quedó libre de obligaciones feudales, pero no votaba, so­lo en 1848 se aprobará el su­fragio universal masculino. Las mujeres francesas, hé­roes de dos guerras mundia­les, votarán desde 1944. Se caminaba hacia la igualdad ante la ley. La constitución se basó en la soberanía nacio­nal. Los obreros quedaron sin gremios. Luego de Na­poleón, varias de las institu­ciones del antiguo régimen, salieron fortalecidas: la mo­narquía, el papado, la reli­gión institucional, la propie­dad privada. Pero la nobleza sabía que no podía restable­cer sus privilegios.

Entre 1789 y 1799 los revo­lucionarios se batieron con la contrarrevolución. No fue un asunto de élites, fue “masiva, extensa popular”. A la revo­lución se opusieron desde los campesinos, que temían per­der sus tierras y las comunida­des que veían su religión ata­cada, hasta los artesanos de París, enfrentados al indivi­dualismo liberal que les deja­ba inermes ante los patronos. La contrarrevolución trajo la centralización y la represión, que a su vez generaron más contrarrevolución. Los revolu­cionarios justificaron los sacri­ficios exigidos a la población con la guerra y los enemi­gos internos (Ver Sutherland, D.M.G., 1985: 14 y Forrest, 1995: 156 – 157). El Antiguo Régimen se caracterizaba por “la monarquía absoluta y por la desigualdad de institucio­nes y leyes dentro de una mis­ma monarquía”. La organiza­ción social era “el resultado de una doble diferenciación ba­sada en el privilegio (estamen­tal) y en la riqueza (clasista).” Los burgueses liberales lucha­ron en dos frentes, contra el absolutismo y contra los pri­vilegios sociales y territoriales. Con la impuesta Constitución de 1799 y la coronación de Napoleón como Emperador (1804) se volvía a la persona­lización del poder. Napoleón disponía de más poder que Luis XVI.

El autor es Profesor Asociado de la PUCMM

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