Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

EL BULEVAR DE LA VIDA

El problema

El problema no son las fo­tos que enamoran sino la Polaroid que denuncia una auditoría visual que condena. Siglo y medio de tanta impunidad de todos los colores “trujeron” estos tiempos tan cínicos, caracterizados por un destape que ha terminado convenciéndonos de la vieja sentencia de Santos Discépo­lo, “porque igual que en las vidrieras irrespetuosas de los cambalaches se ha mezclado la vida, y herida por un sable sin remaches, ves llorar la Biblia junto a un calefón”.

Es precisamente por eso, por lo que en el puticlub o en la misa, en el colmadón o la villa, uno se encuen­tra con señores para quienes –por décadas y gobiernos– no ha habi­do tribunal, jueces, fiscales ni pito­nisa capaces de condenarlos defini­tivamente lo que, por un asunto de “presunción de inocencia” nos lleva al escenario de los corruptos prefe­ridos, y hasta al de unos “nietísimos de ladronísimos” socialmente vene­rados, mediáticamente alabados, ubicados unos entre la aristocracia del dólar y otros en sus negocios la­vanderos y barriales con su “yipete­río” sin disimulo.

(En su Cádiz, Joaquín Umbrales me contó que en cuestiones de amor cuando una mujer nos regala su foto es porque ya le hemos robado el cora­zón al original; y eso es lo que explica que el día que tropiezas con esa foto –en su papel tan ocre ya– se te vie­nen encima los recuerdos. Y todo por­que una vieja foto puede ser la vuel­ta al mundo cualquier día, o la vuelta a aquel día (era de noche y llovía) en que aquella mujer te hizo sentir dueño del mundo.

Perdón por la nostalgia, que el problema que aquí les cuento y cro­nifico no son las fotos de los amores, sino la Polaroid de las donaciones, la de los bienes aportados por unos chicos malos a unos políticos peores que juegan el triste juego de vencer a cualquier precio, porque al no ha­ber leído a Borges no saben que exis­te una dignidad “que el vencedor no puede alcanzar”.

Hablo de unos chicos malos en peo­res pasos, a los que la vida les ha en­señado que poco importa ya una idea, porque en los ratings de audiencia, en los views de las redes, o en las in­tenciones de votos, un insulto vence siempre a una propuesta... y lo peor: Todo puede ya ser perdonado, todo, menos la pobreza.

Tags relacionados