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EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD

Jesús y Nietzsche: del inoculado desencanto al caramelo envenenado

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desier­to, para ser tentado por el diablo. Y después de ha­ber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el ten­tador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas pie­dras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivi­rá el hombre, sino de to­da palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escri­to está: A sus ángeles man­dará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Es­crito está también: No ten­tarás al Señor tu Dios. Mateo: 4:1-11.

Además de su acredita­da condición de hijo legí­timo de Dios y canal de salvación, Jesús es artífice e intelectual de la Política. El “Nuevo Tes­tamento” contiene un sa­ber tan eficiente al respecto que permite alcanzar el Po­der verdadero, ajeno a este mundo: lo irrenunciable pa­ra vivir felices, obteniendo resultados emanados desde las capacidades, potencias y esfuerzos interiores y au­ténticos.

Anteriormente indica­mos cómo las persona­lidades se fortalecen al consubstanciarse con sus talentos ostensibles. Vivir persiguiendo lo que no se es acarrea, irremediable­mente, agonías y sufri­mientos.

Dios otorgó talentos a todos. Cultivarlos alegra, suple y ennoblece. Des­conocerlos o pretender otros constituye error y soberbia; impide distin­guir y apreciar las calida­des de los demás.

El epígrafe advierte al­gunas cosas sobre esto. Primero: invita a persis­tir en el plan divino. Se­gundo: permite recono­cer la teoría del caramelo envenenado: ponerlo en práctica —con resulta­dos previsibles deriva­dos del estudio de roles y empaquetándolo como táctica— ha garantizado imprevisibles triunfos mi­litares y políticos.

Con dulces palabras y portentosas magañas, lle­va sus víctimas al “piná­culo del templo”. En tales enloquecedoras alturas inocula el ardid, envuelto en el celofán de prome­sas que jamás cumplirá: “Lánzate y tus ángeles te salvarán”. Miente, tam­bién, ofreciendo pesos y dólares a cambio de re­nuncias; de navegar otras riadas; de abandonar los talentos propios, de ape­tecer otros pináculos…

Nietzsche —autor de “El anticristo”— es, pa­radójicamente, quien nos regresa, cuasi igual que Jesús, a unas fidelidades y lealtades organizacio­nales y grupales (religio­sas, familiares, políticas, económicas, profesiona­les, etc.) ininteligibles desde el espíritu traidor o desde los extramuros de la reciprocidad.

Según José Mármol, Nietzsche “es antidialécti­co, empezando por el pro­blema de la complejidad de las fuerzas. Una fuer­za que obedece no nie­ga a la que le manda co­mo su contrario absoluto, por el contrario, esas posi­ciones se asumen con ple­no placer”. (Mármol, José: “El concepto del poder en Nietzsche”, Búho, 2021, pág. 99).

Al igual que Jesús, Nietzsche sostiene la “re­lación compleja”, basada en obediencias mutuas; decimos lealtades: obe­decer mandando; man­dar obedeciendo.

Complejidad es ser lea­les a los talentos, obede­ciendo al Dios que man­da y obedece siendo leal a sus promesas.

Del diablo proviene el caramelo envenado. Su objetivo es que, renun­ciando a los talentos, se abjure de Dios.

Como en política, en­gañando.

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