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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Del ruego a los incentivos y el autoritarismo trujillista para motivar la vacunación

La vicepresidenta de la República y coordinadora del Gabinete de Salud, Raquel Peña, rogó el pasado viernes a los jóvenes vacunarse contra el Covid-19 para de esa manera superar la crisis sanitaria y económica provocada por el virus.

Antes la vicemandataria había anunciado conciertos gratuitos para quienes tengan las dos dosis aplicadas, desaconsejable en un momento en que las aglomeraciones por esas actividades y los llamados “teteos” elevan los contagios.

En Estados Unidos han ofrecido también una serie de incentivos a los jóvenes renuentes a inocularse, lo que incluye marihuana, cerveza y donas gratis, así como becas y hasta dinero en efectivo en algunos estados.

Con ese mismo objetivo, en el plano local, el senador y empresario del transporte, Antonio Marte, dispuso que solo los pasajeros que estén vacunados puedan abordar los autobuses del sindicato que preside, el cual controla diversas rutas importantes en todo el país.

La decisión incluye a los choferes de sus unidades, a quienes no se preocupa por realizar pruebas periódicas de antidoping y de consumo de alcohol, para determinar si eso influye en el trato desconsiderado que muchas veces brindan a los usuarios del transporte.

Una de las razones que incide en el rechazo a las vacunas contra el nuevo coronavirus es la campaña de desinformación sobre sus secuelas difundidas por medios de comunicación y redes sociales.

Esa campaña inició cuando las propias agencias de noticias y prestigiosos medios de comunicación internacionales comenzaron a difundir información sobre los efectos negativos de la vacuna de la farmacéutica AstraZeneca, especialmente la provocación de trombos.

Las dudas se extendieron luego a otras vacunas, como las desarrolladas por Pfizer y Johnson & Johnson, aunque en los últimos meses se registró un cambio de enfoque en las informaciones servidas, tendente a destacar sus efectos inmunizantes, incluso con las nuevas cepas del mortal virus.

Pero no solo esos medios de comunicación incidieron en el terror hacia las vacunas. Por las redes sociales ha sido constante el bombardeo de información negativa por parte de médicos, religiosos, los llamados “influencers” y hasta de personas sin ninguna autoridad para tratar ese tema.

“Eso es para controlar la población mundial”, “Esa vaina matará más rápido que el Covid”, “La vacuna trae un chip”, “Es la marca de la bestia mencionada en el libro Apocalipsis”, “Las vacunas esterilizan”, “Eso está combinado con la tecnología 5G para controlar a los seres humanos”, “Me parece extraño tanta insistencia con la vacuna”, son algunas de las informaciones propaladas por internet para desacreditar esos biológicos.

¿Y qué se hace en el país para contrarrestar esas informaciones que desincentivan a la población que quisiera vacunarse? Absolutamente nada.

Una campaña de orientación por medios de comunicación y redes sociales, usando a prestigiosos médicos del país, líderes religiosos de las iglesias Católica y evangélicas, artistas, deportistas y otras figuras públicas con influencia en la sociedad, podría cambiar la percepción del ciudadano común frente a los supuestos efectos de las vacunas e incentivar a quienes aún están temerosos de inocularse.

Ni el ruego de la vicepresidenta, ni esos incentivos que incitan la mayoría al parasitismo, ni el autoritarismo al estilo trujillista del empresario del transporte, me parecen las vías más apropiadas para incentivar a vacunarse, no solo a jóvenes, sino también a una considerable cantidad de adultos que se muestran renuentes a hacerlo.

Claro el peor de todos ha sido el senador y transportista, con una medida que puede provocar el efecto contrario a lo que se procura, anunciada precisamente en la víspera del 60 aniversario del ajusticiamiento del tirano Rafael Leónidas Trujillo.

La fecha es propicia para recordarle al señor Antonio Marte que con un Trujillo ha sido suficiente y que, aunque muchos de esos jóvenes que se resisten a vacunarse son quienes más añoran un gobierno de mano dura, como aquel decapitado el 30 de mayo de 1961, la mayoría de la población prefiere que la dejen decidir, sin imposiciones autoritarias y violatorias a la Constitución y las leyes.

Prefiero el ruego de la Vicepresidenta y hasta algunos de esos incentivos absurdos, a uno que se crea pichón de dictador.

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