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FE Y ACONTECER

“Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”

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Cardenal Nicolás de Jesús López RodríguezSanto Domingo

Domingo de la Santísima Trinidad – Ciclo B

La Fiesta de la Santísima Trini­dad se comen­zó a celebrar en el siglo XI (año 1030), en el siglo XIV (año 1334) el Papa Juan XXII la establece oficialmente. Es el inefable misterio con el que nuestra vida cristiana está íntimamente relacio­nada porque fuimos bauti­zados en el nombre del Pa­dre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Su celebración nos brinda una ocasión de reno­var nuestra fe en el miste­rio fundamental que verte­bra nuestro credo religioso y nuestra vida cristiana.

a) Del libro del Deuterono­mio 4, 32-34. 39-40.

Moisés habla con la autoridad que le caracteriza. Es eviden­te que la pregunta sobre Dios ha inquietado a los hombres de todas las épocas, “pregun­ta a los tiempos antiguos… ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú lo has oído, la voz del Dios vivo…?” También el hombre contemporáneo se plantea la misma pregunta: ¿Quién es Dios? ¿Qué signifi­ca Dios para el hombre actual?

Es interesante que ya el au­tor del Deuteronomio, uno de los libros del Pentateuco, en­cuentra la prueba de Dios en su cercanía, a pesar de ser el Dios Creador y trascenden­te, el Dios que acompaña a su pueblo, que hace maravillas en su favor. Pero también que Dios es único: “reconoce que el Señor es el único Dios allá arri­ba en el cielo, y aquí abajo en la tierra, no hay otro”.

b) De la carta del apóstol San Pablo a los Romanos 8, 14-17.

Esta carta es considerada por muchos como la más impor­tante de las que escribió el Apóstol y ciertamente que lo es en su contenido doctrinal. En ella escribe como ciudada­no romano, condición que in­vocó en más de una ocasión. En los versículos señalados para este domingo, habla de la vida en el Espíritu. Escribe un hombre que tiene profun­da experiencia del tema: “To­dos los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibi­do un espíritu de esclavos, pa­ra recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos que nos permite llamar a Dios Ab­ba, Padre. El Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Si somos hijos también herederos, herederos de Dios, coherederos con Cris­to; si compartimos su pasión, compartiremos su gloria”.

c) Del Evangelio según San Mateo 28, 16-20.

En los versos finales del Evan­gelio según San Mateo, Jesús dice a sus discípulos: “Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Vayan y ha­gan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consa­grándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado”. Las tres Personas divinas aparecen en labios de Jesús realizando el plan de salvación humana. El Padre nos expresa su amor dándonos a su Hijo, Cris­to Jesús, que muere y re­sucita por la redención del hombre pecador. Y el Hijo envía desde el Padre al Es­píritu de ambos para la san­tificación, adopción filial y guía de los creyentes hasta la plena verdad y posesión de Dios. Toda esta activi­dad trinitaria es salvación presente, actualizada de continuo en la fe, liturgia, vida y misión evangeliza­dora de la Iglesia. Estamos dentro de la órbita trinitaria porque Dios lo ha querido así, gratuitamente y por amor. Por eso el misterio de la Santísima Trinidad, un solo Dios en tres personas distintas: Padre, Hi­jo y Espíritu Santo, es el funda­mento de nuestra esperanza, la fuerza de nuestro caminar y el contenido básico de nuestra profesión de fe, el Credo del Pueblo de Dios. Mañana cele­bramos el día de las Madres, aprovecho para invocar abun­dantes bendiciones del Señor para esas extraordinarias mu­jeres que han dicho, como la Virgen María: “SÍ, A LA VIDA”.

¡FELICITACIONES A TO­DAS LAS MADRES!

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

B. Caballero. En las fuentes de la Palabra.

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