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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Una niñez “aburrida”

Un niño de 11 años me preguntó la semana pasada si cuando yo tenía su edad usaba celular, tableta o computadora. Obviamente que por razones de edad mi respuesta fue negativa, era la década de los 70 del siglo pasado, cuando ni en sueños se esperara un uso tan extensivo de la internet como existe actualmente.

“Pues tuviste una niñez muy aburrida” fue la reacción del niño que, contrario a lo que yo viví a su edad, su principal fuente de entretenimiento son esos equipos electrónicos a los que dedica la mayor parte del día y la noche.

Pensé si el pequeñuelo tenía razón y me pregunté si realmente tuve una niñez aburrida de juegos estúpidos –como el pañuelo, trúcamelo y el topao, para solo citar tres- la mayoría al aire libre, con compañeritos de carne y hueso, bajo la mirada escrutadora de unos padres temerosos por ver a sus hijos ejecutar incluso peligrosos saltos, piruetas y otras acrobacias.

Era la actividad física en demasía entre risas y a veces el llanto por un golpe o un guayazo inesperado que en nada mitigaba esas ansias de explorar y descubrir, igual que los niños y adolescentes de esta era digital, con la diferencia de que ahora se realiza ese sondeo de la vida de manera más aislada y junto al amiguito más entrañable: La conexión.

En un informe del año 2017 sobre el Estado Mundial de la Infancia, Unicef ya planteaba que el futuro de millones de niños y niñas en el mundo estará cada vez más influenciado por la tecnología digital.

El estudio planteaba en ese momento que los niños ya representan un porcentaje considerable de la población mundial en red, y su participación solo aumentará en un futuro próximo, ya que la penetración de internet se extiende cada vez más a las regiones donde crece con mayor rapidez la proporción de niños y jóvenes.

Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) continuarán configurando la vida de los niños, para bien o para mal, del mismo modo que tecnologías emergentes como el internet de las cosas y la inteligencia artificial contribuyen a transformar el panorama digital a escala mundial, refiere la agencia de Naciones Unidas.

No pienso que sea totalmente negativo las tantas horas que niños y adolescentes pasan frente a esos equipos electrónicos, una preocupación legítima de algunos padres.

Siempre que sea un contenido útil, adaptado a sus edades y con la debida supervisión de sus progenitores, tienen a la mano allí un mundo capaz de potenciar sus habilidades y destrezas.

Si esas horas frente a las pantallas de los equipos electrónicos pueden combinarse con actividades de socialización con familiares y amigos, tal y como la tuvimos niños y adolescentes de mi generación, sería la mejor manera de evitar las secuelas negativas –como la obesidad, una diabetes temprana, problemas de la vista y desviaciones en la columna por malas posturas- en aquellos que pasan la mayor parte del tiempo aislados y sin ninguna actividad física.

Profesionales de la conducta coinciden en que esos dispositivos electrónicos están causando en muchos niños y adolescentes adicción y dependencia, tanto así que los castigos de los padres por un mal comportamiento de sus hijos, mayormente consisten en privarlos por un tiempo del uso de estos aparatos.

Pero también coinciden en que la solución no está en limitar las horas que pasan los niños frente a los equipos electrónicos, sino mejorar la calidad de la exposición al internet, especialmente en un mundo donde hay padres tan o más conectados que sus hijos.

No pienso que tuve una niñez aburrida sin internet, como tampoco tendría que ser la del pequeñuelo que reaccionó de esa manera ante mi respuesta.

Felices cada uno a su manera. Yo con tantos brincos y correderas que me hacían sudar la gota gorda, y él frente a su tableta electrónica sin que nada ni nadie lo inmute.

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