EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD
Se busca un honorable, senador o diputado
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Mateo 7:15-16.
Las instituciones y poderes del Estado han de estar revestidos y resguardados por una imagen-realidad de idoneidad que los justifique como organismos de servicio y rectoría.
Sus perfiles resultan sumatoria de los actos desde ellos realizados: políticas públicas, gestión eficiente y eficaz; anclajes éticos y de los beneficios que reportan a la sociedad.
Los responsables institucionales, a través de sus historias, características personales y acciones contribuyen a biselar esas imágenes.
En las trayectorias de funcionarios y representantes, el Estado democrático de derecho no admite violaciones a las leyes. Tampoco que temas personales se sobrepongan, definiendo o dañando las relaciones entre instituciones, ciudadanos y organizaciones, sin importar ámbitos, credos o banderías.
Por demasiado tiempo, el Congreso de la República ha estado siendo salpicado por imputaciones de inconductas practicadas por “honorables”. Su perfil ante la ciudadanía está dañado.
Es vox populi la especie sobre supuestos congresistas que durante los fines de semana alquilaban las “placas” oficiales que, como parte de sus protecciones y beneficios, les concede el gobierno para facilitarles circular privilegiadamente, sin vigilancias de policías y militares.
Hoy, cuando un miembro del Congreso Nacional es detenido en el aeropuerto internacional de Miami, acusado de narcotráfico por la DEA estadounidense, redobla el temor y rechazo a que perviva el vínculo entre funcionarios, representantes del pueblo y el bajo mundo.
Para quien suscribe, no se trata de despreciar o vejar a los demás por sus modos de ser, consumir u otras preferencias o adicciones, pues la gente tiene derecho a hacer lo que considere, sólo con un límite: la Ley.
Constitucionalmente, nadie —débil o poderoso, funcionario o representante del pueblo— puede violar la Ley.
Aquí hay una ley anti drogas.
Los funcionarios y congresistas no pueden actuar en el bajo mundo o el narcotráfico, ni representarlos o protegerlos. Tampoco violentar los órdenes ético y jurídico nacionales.
Como todo se sabe, si ocurre es por confabulación.
Quienes contradicen los ordenamientos ético y jurídico están impedidos para ocupar posiciones en los gobiernos o para representar al pueblo.
El vínculo narcotráfico y Poder en Dominicana lo fundó Trujillo, a través de Rubirosa y de Ranfis, después.
Es un lastre a erradicar. Lamentablemente pervive, a juzgar por los acontecimientos recientes.
Urge, entonces, una ley antidoping: que obligue y faculte a los partidos y ciudadanos a exigir a los candidatos y funcionarios a cualquier posición aplicarse una prueba, bajo un indudable escrutinio público-social.
Sin un resultado negativo obtenido de ella, los partidos, algún poder, organización o institución no los podrán proponer, admitir o designar.
¿Cuál congresista asume esa ley antidoping?
¿Cuál Honorable pone el cascabel al gato?
Gran oportunidad para demostrar que no están “juntos y reburujados”.