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EN LA DIANA

Ecuación riesgo fiscal

Primer Tiro El planteamien­to de que no es el momento de aplicar una re­forma fiscal no significa que no es el tiempo de diseñarla, debatirla y apro­barla, para que entre en vi­gencia a principio del próximo año, cuando se hayan recupe­rados los empleos perdidos, y también la normalidad de las actividades turísticas, el trans­porte, el entretenimiento, la enseñanza, entre otras, fuer­temente afectadas por la pan­demia. Independientemente del momento, si bien aplicar la reforma tiene un costo po­lítico, medido en términos de las consecuencias de las acti­vidades que lleven a cabo sec­tores opuestos a la misma, el no aplicarla tiene otro costo: el de una crisis fiscal futura, que también produciría protes­tas en los grupos poblaciona­les más afectados por un ajus­te fiscal violento a que podría conducir dicha crisis. Aplicar una ecuación de riesgo fiscal (que incluya los costos del sub­sidio eléctrico y del déficit cua­sifiscal del Banco Central), que logre el balance de ambos cos­tos, es un enfoque que se po­dría adoptar para abordar el gran reto del diseño de la re­forma.

Segundo Tiro Mientras mayor sea la deuda pública y sus intereses como % de los ingresos tributarios, y mientras más baja sea la pre­sión tributaria, mayor es la po­sibilidad de una crisis fiscal, y mayor es la necesidad de la re­forma tributaria que aumen­te la solvencia y la capacidad de pago del Gobierno, nece­sarias para reducir las posibili­dades de dicha crisis fiscal. To­dos los países en los que la deuda pública pandémica au­mentó en proporción mayor al promedio, tienen presión tributaria y carga de intereses menor y mayor que el prome­dio, respectivamente, presen­tan una probabilidad de crisis fiscal mayor que antes de la pandemia. Existen abundan­tes antecedentes y evidencias teóricas y empíricas que apo­yan estos planteamientos. En cuanto al riesgo de la nueva situación fiscal creada en los países con las características anteriores, el Departamento de Investigación del BID está haciendo mucho énfasis en la posibilidad de una parada sú­bita en el financiamiento a los Gobiernos (y al resto del sector público).

Tercer Tiro Es necesario convencer a toda la población, principalmente a los actores claves y partes in­teresadas, de la necesidad de la reforma, mostrándole que el costo esperado de una cri­sis fiscal es mayor que el costo de dicha reforma. Si el compo­nente impositivo de la reforma se fundamenta en reducción gasto tributario empresarial, Impuesto sobre la Renta de las empresas, a las ganancias de capital en general, e impues­tos directos y al patrimonio, el costo político seria bajo, pero también el incremento en los ingresos fiscales a ser obteni­do. Lo inverso sucedería si a lo anterior se le agrega la elimi­nación del 100% de los Gas­tos tributario (eliminando to­das las exenciones del ITBIS) y la ampliación de la base del Impuesto sobre la Renta a las personas.

Quizás lo factible y posible es­té en un punto intermedio en­tre estos dos extremos, con una solución a la ecuación en la vecindad del punto de inter­sección entre el costo de la re­forma y el costo de una crisis fiscal, pues ahora no se debe­ría ir más allá de lo necesa­rio para generar un superá­vit primario, suficiente para asegurar continuidad en la demanda de los títulos de deuda pública de corto y lar­go plazo.

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