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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Reacciones, leyes y aspiraciones

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

En 1791, Pío VI reaccionaba contra los obis­pos y curas que habían jurado la constitución contraria al pa­pa. Pedía que no les escucha­sen: “pues sus voces traen muerte, y evitad así a todo usurpador, ya se llame arzo­bispo, obispo o párroco, pa­ra que no haya nada en co­mún entre vosotros y ellos, especialmente en asuntos di­vinos… porque nadie puede ser miembro de la Iglesia de Cristo a menos que esté uni­ficado con la propia cabeza visible de la Iglesia”.

En la parroquia de San Sulpicio en París, cuando su párroco se atrevió a atacar las ideas de la asamblea re­volucionaria “Un clamor de indignación universal rever­beró por los arcos de la igle­sia”. El organista interpretó la conocida tonadita revolu­cionaria: “Ah! ça irá”. Los fie­les la corearon y el cura tuvo que cantarla.

En un pueblito cerca de los Pirineos, el amado párro­co se retractó de su juramen­to favorable a la constitu­ción, en todo lo tocante a lo espiritual, mientras protes­taba su fidelidad la ley, la na­ción y el rey y su resolución defender “la patrie con todas sus fuerzas”. Hombre respe­tado, sus palabras interpela­ron las conciencias.

La Asamblea legisló a lo liberal: suprimió las adua­nas internas, los controles de precios. De un plumazo, la ley de Le Chapelier del 14 junio, 1791, abolió todos los gremios, ya fuesen de em­presarios o de obreros. Los bosques quedaban bajo la tutela de la nación.

El 15 de marzo de 1790 fueron abolidos los derechos de la nobleza a sus feudos.

Todas estas leyes no cal­maban las legítimas aspira­ciones de algunas damas. En 1791 se conoció una De­claración de los Derechos de las Mujeres y de los Ciuda­danos: “…la ley debe ser la misma para todos: todos los Ciudadanos hombres y mu­jeres, siendo iguales a sus ojos, han de poder ser elegi­dos para cualquier dignidad pública, cargo o puesto”.

En toda Francia había 80 periódicos en 1789, pronto llegarían a ser 2000. El ul­tramonárquico Amis du Roi dividía así la Asamblea: a la derecha “los defensores de la religión y del Trono”. A la iz­quierda: “… la monstruosa asamblea de…enemigos de la Iglesia y de la Monarquía, judíos, protestantes, deís­tas. Todos libertinos, tram­posos…” (McPhee, 2002: 95 – 105). Así interpretaba los bandos un amigo del rey. Pronto el rey saldría huyen­do.

El autor es Profesor Asociado dela PUCMM

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