ORLANDO DICE
Línea rota = derrota
Desde el tercer campamento que queda fuera del estadio, y no participa en el juego de manera directa, pero donde hay más razón que histeria, no se entiende la dificultad de las tres causales.
Los políticos dominicanos no usan caretas ni en carnaval, impertinentes por naturaleza, cargan en la mochila un mantra de arrebato: Na’ e na’.
Los legisladores por igual, cuando el tocón es grande, le buscan la vuelta, y no se martirizan, ni se salen del camino, aunque el propósito sea escandaloso.
Sin embargo, con las tres causales tienen un cuidado, mantienen una distancia, observan una prudencia, que llegado un momento deberán explicar.
No es fidelidad a un credo, o a una iglesia, o a un dignatario. Si fuera así, no harían muchas de las cosas que hacen, ni cobrarían ventajas que lloran ante la presencia de Dios.
Con los partidos ocurre otro tanto.
Aparentemente no conocen su militancia, y la disciplina hace mucho que la mandaron de paseo. La probable expulsión no es castigo, si – en este tiempo -- ser tránsfuga es una virtud.
El PRM tiene las tres causales como línea de partido, y no logró convencer a sus legisladores, los cuales hicieron saber desde un principio que actuarían por la libre.
El PLD tenía posición tomada desde el gobierno, y la reiteró el domingo, para verla desconocida el miércoles con la aprobación del Código con solo una de las excepciones.
La FP asume el mismo temperamento, pero a la hora del none, igual que perremeístas y peledeístas. Diferencia en todo, menos en oponerse al aborto.
La inteligencia política, que igual podría ser emocional en el caso, sería quedarse al margen de la discusión, o asumirlo como un asunto de conciencia, y que cada cual decidiera como cuestión personal.
Aparentemente perdió el campamento, o la sociedad civil, o el feminismo militante, pero solo si se mira la situación, el resultado, como los piratas pata de palo: con un solo ojo.
La derrota, si es que puede hablarse de derrota, fue también a los dos más importantes partidos, que se pronunciaron a favor, cuando el ánimo de su gente era en contra.