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EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD

El MP, con pruebas contra la cultura de estafa

Padre, perdónalos por­que no saben lo que hacen. Lucas 23:34.

El Ministe­rio Público afirma tener pruebas con­tra esa cul­tura de fraude, plagio y estafa que parasita en nuestra sociedad.

Temprano comprobó la utilidad de chismear de abajo hacia arriba y de lado a lado; de sus­traer fondos para benefi­cio propio y familiar, para permanecer en la admi­nistración pública.

Transformado en botín y repartido entre fami­liares e incondicionales allegados, el gobierno ha venido perdiendo, sucesi­vamente, capacidad y for­taleza para estructurar el Estado como instrumento del bienestar común y la felicidad colectiva, como aspiraban sus forjadores trinitarios.

Aquí, tal cultura des­embarcó la madrugada del once o doce de octu­bre del 1492, con el “tum­be” que Cristóbal Colón dio a Rodrigo de Triana.

Constituido en aso­ciación de malhechores junto el escribano asig­nado por la corona co­mo “acompañante” de travesía —repartirían lo obtenido—, el Nave­gante de la mar océano se hizo declarar prime­ro en divisar tierra, pa­ra cobrar los maravedíes que en premio a la vigía atenta durante esa odi­sea concedía Isabel I de Castilla, según fray Ci­priano de Utrera.

Hoy, la cultura de frau­de es intensa y generali­zada. Para enriquecerse, el funcionariado dispone de 4 años de simulacio­nes y engaños.

Por doquier el Ministe­rio Público mire encon­trará copiosas purulen­cias en los manejos de lo público.

Es que ese parásito cul­tural y su enjambre me­dran en los gobiernos sin importar qué partido conduzca los destinos na­cionales.

Ha persistido, indolen­te y simulando; otorgan­do abrazos y, por detrás, lapidando y acuchillan­do.

Su esquema es inva­riante: usa peones para delinquir; gente que roba y actúa para ellos, subal­ternos que les “contribu­yen”.

Esa cultura acabará cuando los pequeños y toda la integridad apren­dan a decir No; No acep­to. Y tracen su ética e íg­nea línea de Pizarro. Empezarán a andar ha­cia la luz del futuro mejor para todos, como ejército de Jesús: de la muerte re­sucitados.

Será la gran victoria. El cambio poderoso en las consciencias.

Cuando ocurra, será imposible que esa cul­tura de fraudes, plagio y estafa pueda conti­nuar colgando bande­rolas y vallas de los muros oficiales, propo­niendo a la sociedad, verbigracia, la igualdad —como órganos sexua­les válidos— entre va­ginas y masculinas pe­tacas. O, peor: declarar preferencia por las va­roniles petacas —geo­metroides, cuasi ma­tissianas—, sobre el maniquí “barroco” de las negras como oda­liscas denigradas. Esa cultura triunfa cuan­do la idoneidad es cas­tigada y gravitan sere­nos el plagio —¡mirad bien las imágenes, leed bien las novelas!— y la estafa.

¿Vieron? Cultura can­cerada que exige a inte­lectuales y artistas mutar en patógenos públicos ca­rentes de reparo en hacer lo propio de los virus: pu­drir en silencio; conver­tir el gobierno nacional en su fuente nutricia, su botín sagrado y familiar. Eso hace.

Sólo quien acepta eso y “aporta”, entra y vale.

Hoy, el Ministerio Públi­co arrecia su batalla con­tra esa cultura, apresando personas acusadas de sus­traer fondos públicos.

Se escriben estas líneas con la esperanza de que triunfe la profilaxis ini­ciada como respuesta in­munitaria.

Por su salud, re-ac­ciones fungicidas po­derosas la ciudadanía demanda. Incluyendo bactericidas contra pa­rásitos culturales.

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