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OTEANDO

Es necesario

“Y a pesar de todo soy feliz, porque pude existir hasta este instante, hasta esta potente sacudi­da de las pesadas entrañas de la tierra.

¡Sobreviví! ¡Tuve tanta suerte!

Comprendí, y sé en verdad, que la historia no se equivoca en sus movimientos, solo que sus cotas no tienen que ver con nosotros”.

Yuri Levitansky, poeta ruso.

La semana que ter­mina hoy ha sido rica en desencuen­tros políticos en el marco de nuestro Congreso Nacional y, además, en el plano nacional, en el seno de la sociedad misma, en rela­ción con temas tan trascenden­tales como el de las tres causa­les y la muerte a tiros de una pareja de esposos evangéli­cos. Y, de verdad, hay mo­mentos en que uno celebra haber abandonado la vida política partidaria, porque, en muchas cosas, cuando se tiene vinculación político-partidaria se le quiere com­peler a uno a ser heteróno­mo y ceder donde no debe. Y es ahí donde circunstancia y vocación suelen enfrentarse y muchos preferimos ser au­tónomos a ser heterónomos.

A la democracia le hace fal­ta de todo, los que asienten y los que disienten sobre temas cardinales, los que aprueban las normas y los que las apli­can, los que la invocan, los que la impugnan, los destinatarios potenciales considerados en sus presupuestos, los que ob­servan para hacer control so­cial, pero, lo que no le hace falta a la democracia, y la per­turba, y la atrofia, son los que abusan de ella prevaliéndose de su condición o investidura, confundiendo su significado y tergiversando sus fines a par­tir del ejercicio avieso y distor­sionado de sus supuestos de­rechos.

El libre juego de las ideas no puede ser convertido en un circo en el que todos hacen y dicen lo que quieran y don­de quieran. El Estado Consti­tucional tiene referentes a los que hay que acogerse para el ejercicio de los derechos, para los reclamos de los deberes a ser satisfechos por la autoridad pública, para la prevención y persecución del delito, para la aplicación de la norma, en fin, para el adecuado funciona­miento de la democracia.

Napoleón decía “En esta Babilonia una fama sustitu­ye la otra”. Es necesario que paremos este desempeño ba­bilónico de nuestra democra­cia, donde hasta la mala fa­ma hace túrgida la vanidad humana, lo que importa es que sea fama. Es necesario seguir el buen camino, el ca­mino correcto, inspirador, el de las buenas maneras, la honradez y la decencia.

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