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EL BULEVAR DE LA VIDA

Los macarras del basural

Todos pudimos observar a través de las redes sociales y los medios de comunicación la manera en que miles de bañistas inundaron de basura las playas y los ríos a los que asistieron durante el feriado de Semana Santa.

En esta ocasión, ha sido una visita a unas playas a un río, lo que ha desnudado a miembros de una sociedad que odia mirarse a sí misma, y por eso niega con su comportamiento lo que con sus palabras exige a los demás.

Algo similar ocurre cuando llega al gobierno su partido, y ahí mismo comienzan los señores a exigirle a la nueva administración justo y lo que criticaban al pasado gobierno, el disfrute de las “las mieles del poder” montecristeño, por ejemplo. De igual manera sucede cuando con sus palabras los partidos rinden homenaje y dicen defender la Constitución y las leyes, pero llegado el momento de elegir, si les conviene, “se pasan las leyes por el forro”, y pienso ahora en la elección del Defensor del Pueblo y las candidaturas de Merán y Santana. Como ven, esta doblez reiterada se da en muchos temas y sectores, desde las tres causales excepcionales para interrumpir un embarazo, hasta la protección del medio ambiente o el sicariato mediático que cada vez se perfecciona y aumenta su virulencia y canallada; para no hablar de los muy honorables “príncipes del capital” y sus genios de la “ingeniería financiera”, para no decir de la elusión fiscal, o sea evasión con buenas formas.

No es de extrañar que estos señores incapaces de limpiar lo que ensucian, sin rubor alguno reclamen al gobierno imponer mayor transparencia a las agencias del Estado, y hasta estén dispuestos a irse a una huelga de “brazos curtidos” si, por ejemplo, hubiese una crisis en la recolección de desechos sólidos de parte de su ayuntamiento en su comunidad. Es gente que deshace con su comportamiento lo que, en las calles, iglesias, bares, partidos, puticlubs, empresas o los frentes de un Congreso, exigen con sus palabras.

En fin, la realidad de basura y asco que miles de señores nos dejaron en playas y ríos los desnuda y viene a confirmar que, si bien nunca ser limpio ha significado ser pulcro, gente hay que no es ni pulcra ni es limpia. Culpas de no leer a Borges y los suyos, somos una sociedad que odia los espejos por no mirarse en ellos y contarse sus verdades.

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