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MIRANDO POR EL RETROVISOR

El plan anticrimen y de reforma policial “Joelisa”

En una ocasión escribí un reportaje sobre damnificados del huracán David y alguien me cuestionó que lo hiciera en una fecha muy distante del día en que pasó por el país el devastador fenómeno atmosférico.

Le argumenté a esa persona que para qué esperar el aniversario del ciclón para exponer un drama que esas familias enfrentan el año entero y por tantas décadas sin una solución.

Un "mea culpa" que debemos hacer periodistas y medios de comunicación es por la costumbre de visualizar un problema cuando llega una fecha conmemorativa o si ocurre un suceso que acapara la atención de la sociedad.

Escribimos sobre el VIH-Sida el 1 de diciembre porque en esa fecha se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Sida y el 2 de abril sobre Autismo porque es el día dedicado a crear conciencia sobre esa problemática, por solo citar dos ejemplos.

Igual ocurre con otros males sociales como el feminicidio, la criminalidad y la brutalidad policial, este último actualmente en la palestra pública por la muerte a tiros de una pareja de esposos cristianos, a quienes agentes del orden público confundieron con criminales.

Nos indignamos, conmovemos, deploramos, denunciamos, reclamamos, proponemos, entre otras reacciones justificadas, pero sólo cuando algunos hechos acaparan la atención de la sociedad por las figuras que envuelven y las circunstancias en que ocurren.

El caso de los pastores evangélicos trajo a la memoria los asesinatos de las jóvenes Natasha Sing y Suleika Flores, en abril de 2014, cuando fueron confundidas por sicarios en un hecho que "consternó" a las autoridades de turno y a la sociedad en general.

“Se confunden” delincuentes y también policías, pero al final todo gira en torno a una criminalidad que surge una y otra vez como tema de “alta prioridad” cuando un hecho como el de los pastores evangélicos nos estremece como nación.

Con ese caso también recordé el asesinato de la estudiante de Comunicación Social, Franchesca Lugo Miranda, en agosto de 2015, diez días antes de cumplir sus 20 años de edad.

A la joven estudiante de la Universidad Dominicana O&M la mataron cerca de la 1:00 de la madrugada en el sector El Cacique del Distrito Nacional, cuando acompañaba a dos jóvenes, uno de ellos su novio, luego de cerrar un bar móvil en un área del Malecón, negocio que le permitía generar ingresos para costear sus estudios.

“Asesinato de joven estudiante provoca gran consternación” fue el titular tan común en diversos medios de comunicación que reseñaron el atroz crimen.

Cuántos casos similares y otros de excesos policiales han revivido las ansias de un efectivo plan anticrimen y de una reforma profunda de la Policía que al poco tiempo caen en el olvido, hasta que otros, otros y otros nos remueven las entrañas.

Así como algunos casos por su magnitud han dado lugar a políticas públicas que han implicado cambios radicales –el plan anticrimen que impulso el alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani (1994-2001) fue bautizado como Plan Giuliani- sugerimos a las autoridades uno similar en el país para atacar de manera decidida la delincuencia en todas sus vertientes y que, al mismo tiempo, procure una reforma profunda de la Policía Nacional que coloque al organismo en condiciones de acometerlo.

Se podría bautizar con el nombre de “Plan Joelisa”, una combinación de los nombres de Joel Díaz y Elisa Muñoz, la pareja de esposos cristianos cuyo lamentable crimen podría dejarnos como legado positivo un serio y efectivo plan anticrimen y de reforma policial.

Sería la mejor manera de honrar su memoria y que un crimen tan brutal no quede como uno más que provocó tanta pesadumbre social y hasta indignó a un presidente de la República.

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