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OTEANDO

Sin resentimientos

A inicios del mes de octubre del año pasado un amigo entraña­ble puso en mi cabeza la idea de postularme para miembro de la Cámara de Cuentas de la República Dominicana. Después de re­flexionar, decidí postularme porque pensé que si los que tenemos la buena intención corremos, si le dejamos el ca­rril limpio a los corruptos, por indiferente omisión, también estamos participando en el dibujo de un esquema al que hay que enfrentar hasta el fin de nuestros días, al menos, si somos conscientes de nues­tro papel en la sociedad. Me inscribí como postulante y mi examen ante la Comi­sión Permanente de Cámara de Cuentas de la Cámara de Diputados fue el martes, dos de febrero del corriente. De más de trescientos postulan­tes obtuve, según pude en­terarme extraoficialmente, el puesto número seis (06), lo que constituye para mí y mi familia un motivo de sa­tisfacción grandioso. Re­sulté electo dentro de los veinticinco postulantes que pasarían a la consideración de Pleno de la Cámara de Diputados para que esta, a su vez, eligiera cinco ternas que enviaría al Senado de la República, donde finalmen­te se elegirán de ellas a los cinco miembros y el Bufete Directivo de la Cámara de Cuentas.

El trabajo del Pleno no me consideró dentro de los que tenían méritos para ser inclui­dos en las cinco ternas. Ello trajo como consecuencia que muchos amigos me hicieran comentarios deplorando ese resultado, a lo que yo contesté y digo a mis lectores: “no me animó ni me anima otra cosa que el prestigio público de ha­cerlo bien, como lo he hecho cuando me ha tocado, no me reduciré haciendo conjetu­ras sobre cosas acerca de las que, cuando no se tiene la su­ficiente información, no hay calidad para juzgar. Más bien quiero dar las gracias a tanta gente (políticos, legisladores, sociedad civil, periodistas) que me distinguió y me sigue distinguiendo con su trato, considerando que soy idóneo para ello y, ¿por qué no?, a los que piensan y obraron contra­riamente. Unos y otros cons­tituyen el equilibrio necesario para motivar mi conducta pú­blica de probidad. Además, y esto es lo mejor, no tengo nin­guna objeción con relación a los elegidos, primero, por­que a muchos de ellos ni los conozco, y segundo, estoy consciente de que en nuestra sociedad existen muchas per­sonas con la suficiente probi­dad, decoro y competencia para desempeñar ese tipo de puestos. Solo nos queda vigi­lar, también así ayudamos

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