Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

EL CORRER DE LOS DÍAS

La sombra de lo pensado

Avatar del Listín Diario
Marcio Veloz MaggioloSanto Domingo

Recordar lo que una vez nos llegó al al­ma como al­go instantá­neo es un ejercicio que no se aprende en un día. Cada instantaneidad parece ve­nir acompañada de un pen­samiento doloroso.

Además las instantanei­dades no parecen dejar dentro de nuestras mentes una marca estable, sino pa­sajera y por ello a veces no se aprende nunca a rete­nerla volitivamente como algo manejable, porque lo instantáneo es a veces tan incorpóreo como el vue­lo sorpresivo, inesperado, de una “animita”, cocu­yo que en vuelo lumínico y casi metálico, roza los hie­rros de la balconada, y de­muestra que toda sorpresa lumínica es impredecible, que la luz solo a veces pue­de explicarse y que es so­lo perdurable en el recuer­do si se aprende a enfatizar la memoria. Hay instanta­neidades interiores, y las hay exteriores. Las prime­ras son parte de la natura­leza que nos rodea, las se­gundas son a veces signos del mundo interior que lle­vamos como significado de las cosas. Y es que lo mo­mentáneo tiene como cuer­po de su iconicidad, la sor­presa. Por eso en parte del pensamiento religioso hin­dú existen seres que viven insertos en el gerundio, re­presentaciones mixtas en las que el sexo es una tota­lidad sin glándulas coerci­tivas pero en movimiento. Hay instantaneidades aje­nas a nuestra biología, vo­ces de la naturaleza expre­sándose casi sin anuncio y las hay producto del pensa­miento cuando comienza a resquebrajarse, a doler, co­mo diría el poeta Manuel José Othón, angustiado por la instantaneidad del ma­lestar interior en aquellos versos desgarradoramen­te románticos: “me duele el pensamiento cuando pien­so”. “Do se alzaban los tem­plos de mis diosas/ya sólo queda el arenal inmenso, /quise entrar en tu alma y ¡que descenso!/ qué an­dar por entre ruinas y entre fosas/ ¡a fuerza de pensar en tales cosas, /me duele el pensamiento cuando pien­so!”.

Como en un escrito an­terior he hablado de anto­logías de temas y atribu­tos que no parecen fáciles de antologar y lo peor, de “coleccionar,” acontece lo mismo con las instanta­neidades, las sorpresivas muestras de expresiones y formas en las que nunca pensamos, las que rehúyen el análisis, como lo es el descubrimiento de músicas que no sabíamos existen­tes. Músicas que nos llegan y escuchamos en la madru­gada entre sueño y vigilia, músicas internas diferentes a las que vulgares “lleva­mos por dentro”.

Con estas expresiones de la instantaneidad compren­demos por qué el hombre inventó los dioses, por cuá­les razones relampaguean­tes o sombrías, el confirió importancia a parte de su naciente lógica, dolorosa como un parto, o trató de explicarla al insertarse en los ruidos y luces que pa­recían logos, pensamien­tos vibrando antes que las palabras, voces de los de­miurgos, reflejos de una lu­cha divina e interior con­certada con espadas de fuego entre divinidades siempre en desacuerdo. Nacencia de las primarias contradicciones-

Lo instantáneo predo­minó, sin testigo, desde el comienzo de los siglos cuando hubo de ser “lo ins­tantáneo virgen”, (todavía debe existir alguna instan­taneidad desconocida) has­ta que ciertos animales con capacidades especiales pa­ra la percepción, respon­dieron creando sus propias instantaneidades, como la de imitar el fuego copiando el relámpago de la tormen­ta, “instantaneidad domes­ticada” que pudo haber da­do inicio a la cultura de lo dominable, la imitación de un producto como la lla­marada madre de las bra­sas fuego autónomo y por tanto divino.

La instantaneidad, en la medida en la que el univer­so se complicó con millares de vidas de todo tipo, con millones de formas sen­sibles dependiendo de la temperatura, la luz, la hu­medad, el calor, los soni­dos, los ruidos y su propia instantaneidad intrínseca, se fue haciendo parte de un vecindario universal.

Creando, como en la misma realidad, los barrios del alma, aldeas donde ha­bitan recuerdos, voces de muchas épocas y figuras de viejo cuño que la imagi­nación ha construido y co­locado en un lugar espe­cial, en su universo interior, donde el ego humano dis­cute consigo mismo y con los personajes que ha crea­dos

La instantaneidad fue voz de la naturaleza predic­tora y murmurio de los cha­manes o brujos, maestros anteriores a toda lógica, los que manejaron lo sorpresi­vo para orientar o inventar el futuro, dictando porve­nires también presentados como transitorios, para di­fundirlos convertidos en palabras, en la vieja oratee, locura oral, hablada, com­plicándolos.

Tags relacionados