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EL BULEVAR DE LA VIDA

La misa de la Democracia

Lo mejor sería no satanizar la discusión. Evitar el chantaje. El tema es demasiado trascendental para solucionarlo con una marcha, una plantada o una misa, tres amenazas en plan Torquemada a los legisladores y una hostia al final, si lo permiten.

No estoy de acuerdo con que exista un derecho absoluto de la mujer a interrumpir un embarazo, pero existen evidencias científicas, -científicamente demostradas-, mucha pobreza y demasiada desigualdad social, en fin, que existen tres causales harto conocidas por todos, mil veces explicadas. Ya me explico: Si a su hija menor de edad la viola su abuelo, y Ud., por mandato de su religión o secta decide que ella continúe el embarazo -por absurdo y abusivo que a uno le parezca-, el Estado debe garantizarle que así se haga y que Dios le perdone. Pero lo que no puede hacer ninguna religión o secta es imponer sus dictámenes, su forma de ver la vida y hasta de celebrar la muerte al resto de la sociedad, porque eso convertiría nuestro país en una teocracia, y la República Islámica de Irán queda muy lejos.

Uno de los grandes problemas de nuestra democracia es que aquí lo que dice la Iglesia (su cúpula) “va a misa”, pero quien con frecuencia se niegan a ir a misa es la Iglesia, y claro que estoy hablando de la misa popular que es la Democracia.

Democracia, como la que hubiera instaurado Juan Bosch, si en 1962 los sermones medievales y fascistas de Láutico García no hubieran incitado a unos militares ciegos, a una burguesía sin patria y a tres traidores de oficio, a derrocarlo. ¡Joder! Derrocarlo a él, el viejo sabio de Río Verde, que, como un Jesucristo caribeño, solo pretendió dar la palabra, el pan y la esperanza a los más pobres, e invitarnos a los dominicanos a la santa misa de la tolerancia, el respeto al otro, la democracia, en fin.

Lo que norma la vida de una sociedad es su Constitución, y no el libro sagrado de cada religión o secta. Se trata entonces de asistir a la santa misa de la democracia que somos todos. Por cierto, y como canta el Serrat, “Sería fantástico que TODOS fuéramos hijos de Dios”.

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