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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Nos jugamos más que la barba con un virus traicionero

Todo comenzó en el país el 1 de marzo de 2020 con un italiano al que pocos reconocieron cuando dejó un hospital luego de permanecer interno 54 días con el virus activo.

De la primera víctima ni siquiera su identidad fue revelada, cuando se informó de la muerte 16 días después del primer contagio. El entonces presidente Danilo Medina anunció a mediados de ese mismo mes cierre de fronteras, la suspensión de actividades educativas y la cancelación de eventos públicos.

La diseñadora Jenny Polanco se convirtió en la primera figura pública que murió Covid-19. A ella le siguieron otras personalidades del país y el exterior que llenaron de dolor los corazones de sus seguidores.

Una mujer provocó un escándalo por su imprudencia en San Francisco de Macorís, municipio que rápidamente se convirtió en el principal foco de los infectados.

Hubo un toque de queda que la mayoría de la población nunca asimiló, con las constantes manifestaciones de irrespeto a las autoridades encargadas de aplicar esa y otras restricciones.

La mascarilla se hizo hábito y el saludo con contacto físico escaseó.

Comenzaron las acusaciones de que muertes y contagios que se multiplicaban como la verdolaga solo tenían la intención de abortar dos procesos electorales al doblar de la esquina, porque el gobierno tenía la intención de quedarse.

Se realizaron esas elecciones a “jacha y machete”, con las secuelas de un virus que halló en las aglomeraciones un nicho para su mayor expansión. Se votó y el “se van” se cumplió, nuevo gobierno, pero el virus sigue igual de implacable.

Teníamos un presidente casi mudo, pero un Ministerio de Salud que informaba con lujo de detalles. El actual mandatario es muy locuaz, pero la cartera sanitaria oculta informaciones, con esa de que variantes más contagiosas del virus circulan desde noviembre del año pasado en el país.

El impacto en la economía ha sido, sin dudas, letal. ¿Salud o economía? Ya hace tiempo que no existe tal dilema. Nos encaminamos a una reapertura casi total de los sectores que mueven el dinero, tomando como bandera el “éxito” de una incipiente jornada de vacunación que se vende como la gran panacea.

Pese a todas las experiencias vividas como nación, resumidas en esas pinceladas, seguimos a tientas y locas, aflojando cada día más la tuerca que al principio apretamos para salvar vidas y evitar un colapso de nuestro de por sí precario sistema de salud.

Poco a poco nos acercamos al punto de aquel último día del año 2019, cuando la Comisión de Salud de Wuhan, en la provincia Hubei de China, informó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre “unos casos” de neumonía aguda de origen desconocido detectados allí y que en un principio se asumieron como “una simple gripe”.

Pero el virus tan minimizado en un principio se propagó rápidamente por todos los territorios del mundo, dejando una estela de luto y dolor. La fatídica lista donde nadie quiere estar ya acumula 3,214 que perdieron esta larga batalla en República Dominicana y cerca de dos millones 700 mil a escala planetaria.

El panorama sigue siendo preocupante y para muestra un botón. Esta semana leí dos noticias sobre la realidad de la enfermedad en la República Checa e Italia. El primero inició el traslado de pacientes a otros países, por las cifras récord de enfermos de Covid-19 que ocupan todas las camas de cuidados intensivos.

El ministro de Salud de ese país, Jan Blatny, pronosticó que esta semana será “la más crítica” para los hospitales abrumados, pues tan solo en un día 8,478 enfermos de Covid-19 requirieron hospitalización, 1,789 de ellos en cuidados intensivos.

Y en Italia, pese a que llevan adelante una masiva campaña de vacunación, han retomado las severas restricciones a la movilidad, el comercio y la llegada de vuelos desde el exterior por la incidencia de nuevas cepas del coronavirus.

Cuando la barba arde en nuestros vecinos, en el país seguimos apostando al descuido, la imprudencia y el relajamiento de las restricciones tan necesarias para prevenir los contagios.

Nadie se imaginó aquel 1 de marzo que el italiano Claudio Pasqualini duraría casi dos meses con el Covid en su cuerpo y el país un año y 13 días lidiando con un virus que, alimentado ahora por las nuevas variantes que ya circulan en algunas demarcaciones, sigue siendo tan letal o más que en los primeros meses de la pandemia.

Y no es asunto de asumir la actitud de ave de mal agüero, pero cuidado si nos quemamos algo más que la barba con este virus mutante y traicionero.

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