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AGENDA SOCIAL

Lecciones del 23-F

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Margarita CedeñoSanto Domingo

El 23 de febrero marca un hito importante pa­ra los españoles, por ser la fecha en la cual la institucionali­dad de la naciente democra­cia española enfrentaba su primer gran reto de enver­gadura, ante el intento de golpe de Estado perpetrado por algunos mandos milita­res, que actuaron movidos por la suma de un conjunto de motivaciones personales, malentendidos y situaciones imprevisibles, que han sido analizadas una y otra vez por muchos historiadores. Co­mo en aquel 1981, las demo­cracias modernas enfrentan amenazas importantes, que se agravan por la crisis sani­taria y económica que en­sombrecen a la humanidad.

La Presidenta del Congre­so de los Diputados de Espa­ña, Meritxell Batet, ha plas­mado en una simple frase la realidad que enfrentamos hoy: “los riesgos para la de­mocracia hoy, para nuestra democracia y la del resto de países libres, son otros; pero existen y no son desde luego de menor magnitud”.

Algunos gobernantes se aprovechan de la situación de crisis sanitaria y económi­ca para esconder sus ambi­ciones populistas y demagó­gicas detrás de una fachada de supuesta humildad, que hace creer que se vive en un momento estelar de liberta­des individuales y colectivas. El fenómeno de las noticias falsas o “fake news”, y cada vez más los llamados “deep fake”, mantienen a los ciuda­danos en un estado de desin­formación perpetua, escon­diendo las mentiras detrás de los oropeles mediáticos.

Hoy en día la democra­cia se juega en el día a día de las instituciones que susten­tan el sistema democrático: los organismos públicos, los partidos políticos, los intere­ses privados, los medios de comunicación y la opinión pública. Pero cada vez más se cuestiona la legitimidad de quiénes representan estos sectores, sin que se presente una alternativa viable. Co­mo decía Max Weber: “No hay nada más abyecto que practicar una ética que sólo busca tener razón y que, en vez de dedicarse a construir un futuro justo y libre, obli­ga a ocuparse en discutir los errores de un pasado injusto y esclavo con el fin de sacar ventajas morales y materia­les de la confesión de culpa ajena”.

Como decía Max Weber: “No hay nada más abyecto que practicar una ética que só­lo busca tener razón y que, en vez dedicarse a construir un futuro justo y libre, obliga a ocuparse en discutir los erro­res de un pasado injusto y es­clavo con el fin de sacar venta­jas morales y materiales de la confesión de culpa ajena”.

De ahí provienen las leccio­nes del 23 de febrero español. En el contexto de la pande­mia y sus secuelas, vale la pe­na reflexionar sobre el aporte que realizan aquellos que solo quieren tener la razón y que, movidos por el cisne negro de la historia, construyen el caos que desemboca en la crisis so­cial y política, capaz de hundir a los países en la noche oscu­ra de la estrechez económica y la ruptura social. Aquellos su­cesos demostraron que la paz en una sociedad democráti­ca se hace realidad cuando se respeta el pluralismo ideo­lógico y en la medida que los ciudadanos, y las instituciones que los representan, rechazan cualquier ruptura con el or­den de la convivencia pacífica.

El 23 de febrero español nos recuerda la importan­cia de que existan el respeto y la confianza en el sistema político, en contraposición a la actitud agria de los que apuestan a generar enfren­tamientos que se vuelven personales y no respetan los límites que imponen la pru­dencia y los escrúpulos.

En definitiva, se trata de un episodio que marcó a Ibero­américa, que continúa siendo un recuerdo de la importan­cia de fortalecer cada día los cimientos de la democracia, asumiendo la defensa del rol de las instituciones públicas y privadas en la protección de las libertades ciudadanas que dan sentido a la vida en una sociedad moderna.

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