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POLÍTICA Y CULTURA

Las veleidades de Trujillo y el destino dominicano

La perpetuación Trujillo en el Poder fue el resultado de una constante ola represiva, la creación de organismos de contención, la supresión de partidos opositores y la consolidación de una base económica teniendo al Estado como soporte y garantía del enriquecimiento personal. Como oportunista de tomo y lomo, coqueteó con el eje nazi fascista hasta el grado de ordenar el uso en el ejército dominicano de las vestimentas y botas empleadas por el ejército alemán antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Llegó incluso a autorizar la formación de un partido de alemanes hitlerianos que vivían en Ciudad Trujillo, que llegaron a hacer presentaciones en un teatro de la ciudad con los símbolos y emblemas nazis. Hay documentos históricos no lo suficientemente conocidos que establecen el tipo de relaciones de Trujillo con los alemanes, quienes a través de un Instituto científico alemán, exploraron posibilidades de ceder a Hitler una zona aledaña a la bahía de Samaná como refugio de barcos alemanes y para hacer supuestos levantamientos y mediciones científicas.

Cuando Trujillo percibió la correlación de fuerzas y la favorabilidad de los llamados “aliados” encabezados por Estados Unidos, percibió que más rápido llegaban los marines norteamericanos a nuestro país en zafarrancho de combate, que los alemanes a la costa de Samaná. Antes de alinearse con los “aliados”, permitió en el país la actividad de espionaje de un importante médico alemán, que poseía un aparato de envío de mensajes cifrados a submarinos alemanes, que rondaban los mares próximos y que sirvieron para hundir barcos y fragatas anti nazi, incluso por los menos dos embarcaciones dominicanas. Ese importante espía alemán fue finalmente hecho prisionero y luego liberado por el tirano. Un importante centro médico del Este lleva su nombre en honor a su misionera labor paralela de servicios de salud.

Luego del triunfo de los “aliados”, Trujillo se proclamó campeón del anticomunismo en América, derrocó gobiernos, mató presidentes, secuestró opositores, hizo actos de terrorismo, oprimió a su propio pueblo, y siguiendo con la espiral de violencia con la cual gobernó, intensificó su labor homicida, haciendo del país una finca particular de privilegios para él y la camarilla familiar que nos desgobernó. Cuando el triunfo de la revolución cubana irradió una ola libertaria en todo el continente obligando a Estados Unidos a sustraerle el apoyo que le había brindado al tirano después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se autoproclamó el “primer anticomunista” de América. El presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, gran amigo del pueblo dominicano a quien todavía no le hemos rendido el homenaje que merece por su solidaridad militante con la causa de la libertad dominicana, le planteó a Estados Unidos que eligiera entre Venezuela y Santo Domingo, o sea, que se decidiera a contribuir a liquidar al tirano dominicano, que se había convertido en una amenaza para el continente, o de lo contrario, Venezuela se alinearía con Cuba revolucionaria. Este planteamiento determinó que la Administración Eisenhower, decidiera acabar con Trujillo, hecho histórico que materializaron los héroes del 30 de mayo de 1961, a quienes Kennedy retiró el apoyo horas antes del ajusticiamiento.

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