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OYE PAÍS

Peligrosas protestas

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Ruddy L. GonzálezSanto Domingo

La protesta es un derecho funda­mental del hombre. Pero la vio­lencia, el desorden, amparado en el ‘derecho a la protesta’ es alta­mente peligroso y desnaturaliza ese recurso que la democracia pone en manos de los pueblos.

La presión bajo la amenaza de la anarquía y el desenfreno callejero es lo que el diputado Pedro Botello y un grupito que le acompaña en su aventura venden en una ‘lucha’ populis­ta sin sustento legal, económico, ni real, aprove­chando la desesperanza y hasta desesperación de mucha gente atrapados en los estragos de la pandemia. Botello es un diputado. El mejor es­cenario para hacer valer los ‘derechos’ que dice representar, está ahí, precisamente, en los hemi­ciclos legislativos. Es la vía institucional. No la amenaza populista e ilegal. Si sus ‘diligencias’ le­gislativas no tienen éxito, porque la generalidad de sus compañeros de bancada no las compar­te, debe someterse al dictado de la democracia: la decisión de las mayorías. No a la intimida­ción, la anarquía, la turbamulta.

Las últimas acciones de violencia organiza­das, incitadas, provocadas por el diputado Bo­tello frente al local del edificio del Congreso Na­cional -llevadas al país en directo en televisión nacional- han recibido el repudio generalizado de legisladores de casi el pleno completo de la Cámara de Diputados y del Senado y de gran parte de la sociedad. Ya está bueno de tolerar las inconductas de este diputado, que más que in­munidad como legislador, se cree goza de im­punidad para sus tropelías. No esperemos un muerto o más heridos para parar esos desórde­nes. ¿Hasta cuándo, señores diputados, se espe­rará para meter en cintura a este, su ‘muchacho malcriado’?

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