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AGENDA SOCIAL

Una crisis alimentaria

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Margarita CedeñoSanto Domingo

Uno de los lo­gros más im­portantes obtenidos previo a los sucesos de la pandemia, fue la soberanía alimentaria de la República Dominicana.

Muestra fehaciente de eso fue el reconocimiento otor­gado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) por cumplir anticipa­damente el objetivo de dismi­nución del hambre y la mal­nutrición.

Las políticas de desarro­llo agropecuario, las facilida­des para el acceso al crédito, el Plan Nacional para la So­beranía y Seguridad Alimen­taria, la Hoja de Ruta para el ODS-2, fueron la clave para que el país estuviese en capa­cidad de suplir el 85% de la oferta de alimentos que nece­sita la población.

Ese logro resultó funda­mental para atender correc­tamente a la población do­minicana durante los meses más difíciles de cuarentena y encierro global, que afec­taron las cadenas de produc­ción en todo el mundo.

La crisis generada por la pandemia nos obliga a poner esos logros en perspectiva. En breve nos estaremos en­frentando a una de las conse­cuencias más peligrosas de la pandemia, que es el aumen­to del hambre y la malnutri­ción a nivel global, la escasez de productos, la especulación con los precios de los insu­mos básicos y el desabasteci­miento de los mercados.

Las cifras más recientes arrojan que la pandemia ha aumentado el número de personas con hambre de 130 millones a 800 millones en todo el mundo, el equivalen­te a multiplicar el número de casos de COVID-19 por ocho.

Todo parece indicar que después de la pandemia del COVID vendrá la pandemia del hambre otra vez, lo que significa echar atrás más de 20 años de políticas públicas e inversión social.

La situación se puede agra­var debido a los demás fac­tores que inciden sobre la seguridad alimentaria o la carencia de esta: los fenóme­nos naturales, la vulnerabili­dad ante el cambio climático, los conflictos dentro de paí­ses y entre ellos, la crisis eco­nómica y los bajos ingresos.

Todos estos factores consti­tuyen retos importantes para los Gobiernos, porque si hay un aspecto de la vida que no se puede dejar de garantizar a la población, sin importar los sacrificios que haya que asumir, es la alimentación.

Es preciso actuar desde ahora ante los efectos de la pandemia en la alimentación de la población y en la pro­ducción agropecuaria.

Si se actúa ahora, las estra­tegias de abordaje podrán ser más costo-efectivas y se evi­tará el caos que genera la fal­ta de alimentos en una socie­dad.

Para ello, se requieren me­didas contundentes para combatir la inflación y la es­peculación de precios, esti­mular la inversión en el cam­po con el mínimo de costos financieros, estimular la pro­ducción local y mejorar en las capacidades de planificación, para aliviar los riesgos gene­rados por los sobresaltos del mercado.

El alza de los precios de los insumos básicos es un efecto de la crisis de la pan­demia, pero aún hay tiempo para actuar con mayor de­terminación para que los ciu­dadanos reciban el menor impacto posible, especial­mente aquellos que se en­cuentran en mayor vulnera­bilidad, sea por su situación de pobreza, por haber perdi­do el empleo durante la pan­demia o por alguna situa­ción de salud que le impida ser productivo.

Hay que actuar muy a tiempo antes que el desastre toque nuestras puertas.

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