ORLANDO DICE
El caso de los chiquitoslada
Los partidos pequeños se molestan cuando los llaman chiquitos, pero no hacen nada por crecer. Todo lo contrario: se multiplican, y la fragmentación, como es lógico, reduce más su tamaño.
Solo acuden a la palestra en dos ocasiones, una memorable y otra que mejor no calificar. La primera en los meses cercanos a elecciones, y la segunda, cuando se reparten los fondos.
La primera tiene el propósito de ponerse donde el capitán pueda verlos, y el capitán, si gana la batalla, premia esa lealtad deshonesta.
Que no rinde pleitesía ni a la política ni a la moral y si al oportunismo.
Como no figuran en las encuestas, nunca se sabe lo que tienen, y se les acepta a ojo de mal postor, pues se teme que se vayan con el contrario.
Más doblez que entereza. La Junta Central Electoral ya decidió orden en la boleta y calculó lo que corresponde a cada cual de los fondos del Presupuesto.
Eso al finalizar enero, y con buena suerte y si el gobierno hace la apropiación a tiempo, ahora en febrero tendrían ese dinero a manos.
Aunque menos que en años anteriores.
La queja se oirá, y de muchas maneras: unos con murmullos y otros con protesta. La discriminación, la inequidad y el privilegio. El 80, el 12 y el 8 por cientos ahora se notarán más.
Una injusticia que quisieran reparar y que la circunstancia luce propicia, pues por mandato, capricho o azar, la revisión de las leyes que rigen partidos y elecciones, caería bajo su comando.
Habría que ver en las nuevas piezas cuánto pondría la Junta Central Electoral y cuánto los partidos, pero sobre todo si los grandes serán generosos o mezquinos con los pequeños.
Las alianzas finalizaron con las elecciones, y más que nuevas consultas, para las que falta tiempo, importa por el momento la gobernabilidad.
La gobernabilidad se asegura con la consabida entrega de posiciones en la administración, a la que régimen no accede a pesar de los coqueteos.
La legislación podría compensar, aunque el chiquito, con aumento de cuota, chiquito se queda.