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EL BULEVAR DE LA VIDA

Humildad

Para rendir cuentas de sus pri­meros cinco meses de ges­tión, el presidente Luis Abi­nader presentó al país el programa “Estamos cam­biando”, y lo hizo con un optimismo que Dios se lo bendiga pero que se lo deje de ese tamaño; aunque es cierto que un presi­dente pesimista sería una contradicción en los términos, una especie de liceísta feliz des­pués de lo ocurrido.

Más que mandar, los líderes inspiran. Por eso, el optimismo debe ser una carac­terística de la personalidad de los manda­tarios. Para pesimistas la oposición, y noso­tros los periodistas buscadores de quintas patas y gatos negros, veedores desconfia­dos de copas medio vacías, que es lo nues­tro. Como Cuquín, (el insuperable repen­tista del humor dominicano), un buen periodista “siempre está pensando que viene una guagua”.

Ante un presidente dialogante, que cuando uno lo visita tiene su asistente que señalarle el reloj porque no para de contar lo que está haciendo, quién, cómo, dónde y por qué se está haciendo; un mandatario que ha “soltado en banda” a doña Miriam Germán y a la Reynoso en el Ministerio Público para rescatar la credibilidad per­dida de esa institución; que ha impuesto la Chacabana en los actos oficiales, y que hasta anda de amores full y sin disimulo con su damisela de siempre, echándole “guararé” a mortales infelices para quien el amor “es la prórroga perpetua, y por eso siempre se están yendo, siempre ha­cia alguna parte. Son la hidra del cuen­to”, que cuenta Sabines.

Al hablar de su quinto mes de go­bierno, el mandatario hizo recordar a los actuales funcionarios que, en el mejor de los casos, solo les quedan 43 meses y contando. Entonces, el Gabi­nete de Gobierno debe coger la seña que envía el Presidente, y recordar lo que mi amigo Umbrales, parafrasean­do a Cabral, dijo: “Si los arrogantes su­pieran qué buen negocio es ser humil­des, serían humildes aunque sea por negocio”.

Hablo de entender que este nubla­do de poder de 48 meses, como Lilís de visita en Baní, ya va de paso. Aprender de don Manuel Machado (hermano de Antonio) que aseguraba que “al fundir el corazón en el alma popular, lo que se pierde de nombre (o fama) se gana de eternidad”.

Finalmente, el consejo que desde hace 25 años regalo a mis amigos al ser nom­brados: Que al final de tu gestión, seas tú quien prestigie el cargo que abando­nas y no lo contrario.

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