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EL INFORME OPPENHEIMER

¿Giro a la izquierda en América Latina?

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ANDRES OPPENHEIMERSanto Domingo

Este año habrá elecciones pre­sidenciales en Chile, Perú, Ecuador, Nica­ragua y Honduras, así co­mo elecciones legislativas en México y Argentina. Y hay un creciente consen­so en círculos financieros y diplomáticos de que este ciclo electoral podría incli­nar a América Latina hacia el populismo de izquierda.

Si eso sucede (hay algu­nas razones para creer que no pasará, como explicaré más adelante), sería una mala noticia para el Presi­dente electo Joe Biden. Ha­ría que Biden tenga que li­diar con un clima político menos amigable con Esta­dos Unidos de lo que le to­co al presidente saliente Trump.

Aunque Trump igno­ró a América Latina y visi­to apenas una sola vez la región durante su manda­to, tuvo la suerte de coinci­dir durante gran parte de su gestión con presidentes amigos de Estados Unidos en Brasil, México, Argenti­na, Colombia, Chile, Perú y Ecuador. Puede que Biden no tenga esa suerte.

Alejandro Werner, el di­rector del departamento de América latina del Fon­do Monetario Internacio­nal (FMI), no llego tan lejos como para predecir un as­censo de la izquierda cuan­do lo entreviste reciente­mente. Pero me dijo que el próximo ciclo electoral es­tá creando “incertidumbre” política, lo que podría inhi­bir las inversiones y frenar el crecimiento económico.

Otros observadores re­gionales son más explícitos. Dicen que la recesión eco­nómica por la pandemia de COVID-19 ha empujado a millones de personas a la pobreza, y que eso ha gene­rado un sentimiento anti-sistema que se reflejará en las urnas.

Daniel Kerner, jefe del departamento latinoame­ricano de Eurasia Group, una consultora de riesgo político con sede en Nueva York, dice que el clima po­lítico actual en Chile, Perú y Ecuador ayudará a los can­didatos opositores.

“Dado que vimos un gi­ro a la derecha en años an­teriores, yo creo que los vo­tantes ahora van a traer a la izquierda”, me dijo Kerner.

Asimismo, Marta Lagos, directora de la empresa en­cuestadora Latinobaróme­tro con sede en Santiago, Chile, me dijo que las elec­ciones de este año serán un terreno fértil para los “can­didatos populistas y antisis­témicos”.

Ecuador, Perú, Chile y Honduras tienen actual­mente gobiernos de centro o centro derecha, y tendrán sus elecciones presidencia­les respectivamente el 7 de febrero, el 11 de abril, el 21 de noviembre y el 28 de no­viembre. Nicaragua tam­bién tendrá elecciones pre­sidenciales en noviembre, pero el dictador izquierdis­ta Daniel Ortega no está permitiendo elecciones li­bres, y lo más probable es que se reelija.

Sin embargo, también hay razones para argumen­tar que no habrá tal marea izquierdista en la región.

En primer lugar, Chile y Perú tienen elecciones de segunda vuelta. Si bien un candidato populista de iz­quierda podría ganar la pri­mera vuelta, muchos anti­cipan que sería derrotado por uno de centro o de cen­tro derecha en la segunda vuelta.

En Ecuador, un aliado del ex presidente populis­ta Rafael Correa lidera las encuestas, pero puede que tenga que ir a una segunda vuelta si no gana la prime­ra ronda con el 40 por cien­to de los votos y un margen del 10 por ciento de ventaja sobre su rival más cercano. Correa ha sido condenado en ausencia a 8 años de pri­sión por actos de corrup­ción masiva.

En segundo lugar, gran parte del futuro político de la región dependerá de la economía, y es posible que veamos una recuperación económica más rápida que la anticipada.

Están para llegar las va­cunas contra COVID-19 y los precios mundiales de la mayoría de los productos básicos sudamericanos, in­cluido el petróleo, están su­biendo más de lo esperado. Y un debilitamiento proba­ble del dólar estadouniden­se facilitará un poco a los países latinoamericanos el pago de sus deudas exter­nas.

En tercer lugar, los par­tidos de izquierda en Chi­le y Perú están más divi­didos que los partidos de derecha, lo que podría per­judicarlos en una segunda vuelta.

Pero una cosa parece cla­ra: Biden tendrá que lidiar con un nuevo grupo de pre­sidentes latinoamericanos. Y puede que algunos de ellos no sean tan amigos de Estados Unidos como sus antecesores.

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