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EL BULEVAR DE LA VIDA

La guerra

El inicio de las acciones en con­tra de los responsables de su­puestos actos de corrupción en el pasado gobierno ha da­do inicio a la guerra política entre el gobierno y la oposición.

Hoy la guerra política no se desarrolla en la esquina, el parque, ni la televisión, sino en unas redes sociales que han hecho horizon­tal la información, pero sobre todo la des­información, la mentira, utilizando como arma de reglamento la posverdad que resu­mo así: lo que dicen las redes de mis ene­migos es verdad, aunque se demuestre que es mentira, y lo que ellas afirmen contra mis ami­gos es mentira, aunque la evidencia lo rechace.

La primera víctima de esta guerra ha sido la di­rectora de la DICOM, Mi­lagros Germán, “acusa­da” de haber utilizado de manera incorrecta la palabra “continente” al referirse a lo que conformarían los dos países que habitan la isla. (Y justo en un país donde gente con maestría, english y 10 años de visa gringa dice habemos y repite hubieron). Es la guerra política que algu­na vez fue descarnada y cruel pero hoy, con las redes sociales como escenario, y la pos­verdad como arma de reglamento, es ya el gansterismo virtual, el triunfo de la maledi­cencia y la náusea sobre el mínimo respeto.

Consultada sobre el tema, la Real Aca­demia de la Lengua dijo: “El autor de ese enunciado está haciendo una comparación entre esos dos países, que comparten el te­rritorio de una isla, y los que, uniendo sus territorios, forman un continente”. ¿Cuál fue la reacción de los críticos a la expresión de máxima autoridad de la lengua españo­la: hacer como los monos Gibraltar “que cierran los ojos para no mirar”, o peor, des­autorizar y restar credibilidad a la mismísi­ma RAE.

Pero no se animen mucho los unos con­tra los otros, que en la lucha política ya no quedan inocentes ni en las estancias infan­tiles. Recuerdo que cuando en el pasado gobierno el BC y organismo multilaterales confirmaban el liderazgo regional de nues­tro país en turismo, crecimiento económi­co y estabilidad macroeconómica, la opo­sición de entonces, (como la de ahora con la RAE), reaccionaba desautorizando y res­tando credibilidad a esas instituciones.

Entonces sin “ello hay”, ni “semáfaro”, di­gamos que los condones son útiles pero pa­ra el sexo, no para el periodismo que debe aspirar a cierta objetividad imposible, como última utopía anhelada. Amemos a Platón pero queramos siempre más a la verdad.

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