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AGENDA SOCIAL

Cuidado con la deuda

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Margarita CedeñoSanto Domingo

La deuda sobera­na constituye una fuente de finan­ciamiento para la gran mayoría de los países, especialmente los que se colocan en el ran­go de la renta media, como es el caso de la República Do­minicana. Es una herramien­ta que genera controversias y se convierte en un factor fun­damental del debate políti­co. Incluso, quienes dirigen los destinos del país critica­ron en muchas ocasiones la deuda pública asumida por el Gobierno pasado; pero hoy se ven en la obligación de re­conocer que son medidas ne­cesarias.

Al decir de algunos exper­tos como Federico Sturzene­gger, “la crisis del COVID-19 parecer ser un evento en el que la deuda soberana pue­de ser una herramienta útil para suavizar los efectos de lo que se cree será un shock relativamente transitorio”. Sin embargo, como en todas las decisiones financieras de la vida, la salud de nuestra economía y la sostenibilidad de la deuda, dependerán del buen manejo de los indicado­res financieros, del buen jui­cio en el manejo de la inver­sión pública y de la respuesta eficaz a los factores exóge­nos.

Ante la situación del CO­VID-19 y la obligación de muchos gobiernos de Amé­rica Latina de aumentar con­siderablemente la deuda pú­blica como porcentaje del PIB, vale la pena reflexionar una vez más sobre la crisis la­tinoamericana de la deuda, desde una perspectiva histó­rica.

En el futuro cercano, las dificultades que puedan ex­perimentar los países de la región pueden generar otra “década perdida”, como se le llamó a la década que su­cedió a la crisis de la deuda en los 80. Ángel Gurria, cita­do por Sturzenegger, advier­te que América Latina llegó a la crisis del coronavirus con “mucha deuda” y que la du­ra realidad que dejará el virus obligará a la región a deman­dar “recursos mucho mayo­res y/o alivio de la deuda”.

Por ende, si en algo debe­mos ponernos de acuerdo las fuerzas vivas de la Nación es en la forma como se van a manejar los compromisos de la deuda, porque comprome­ten los recursos de las futu­ras generaciones. Y de igual manera, las autoridades del país deben tomar la iniciati­va para promover una discu­sión seria y profunda sobre la sostenibilidad de la deuda debido al impacto de la pan­demia.

Reflexionando sobre las consecuencias de la crisis de la década perdida, José An­tonio Ocampo llama la aten­ción sobre el “continuado servicio de la deuda y condi­cionalidades crediticias que exigían adoptar políticas ma­croeconómicas recesivas”. Ahora, en 2020, Ocampo advierte sobre los “limitados acuerdos de cooperación fi­nanciera multilateral para apoyar a las economías de in­gresos medios”, a la vez que reclama “volver a poner so­bre la mesa la creación de un mecanismo institucional pa­ra renegociar las deudas so­beranas”.

No podemos olvidar que estamos a las puertas de la peor crisis económica des­de la Gran Depresión y que América Latina experimen­tó un crecimiento económi­co “anémico, el peor desde la Segunda Guerra Mundial” en los últimos cinco años. La Re­pública Dominicana, como bien sabemos, fue la excep­ción a esa situación, lo que nos ha permitido enfrentar la crisis del coronavirus con ma­yor holgura.

Los efectos de la pande­mia y de las medidas de aisla­miento seguirán sintiéndose. La vacuna es una luz al final del túnel, pero que tomará su tiempo para llegar. Cuidemos nuestra capacidad de endeu­damiento, aboguemos por un acuerdo latinoamericano para la sostenibilidad de las deudas soberanas, incluyen­do mecanismos instituciona­les para la renegociación de las deudas soberanas.

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