FE Y ACONTECER
“Habla, Señor, que tu siervo escucha”
II Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B
17 de enero de 2021
a) Del primer libro de Samuel 2, 3b-10. 19.
Estos versículos nos presentan la vocación del profeta Samuel, a quien muy pequeño sus padres enviaron a Siló, donde se encontraba el Arca de la Alianza, para ser educado en el servicio del templo. Cuando experimentó la llamada del Señor era todavía un muchacho y no conocía sus caminos, obedeció el sacerdote Elí que lo instruyó y el texto concluye con estas palabras: “Samuel crecía y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse”. Samuel fue portador de la palabra en un momento de crisis de su pueblo, era un hombre de Dios y así lo reconoció el pueblo de Israel. Él no buscó la palabra, sino que la palabra lo buscó a él, y lo encontró abierto, receptivo, vigilante y fue su mensajero.
b) De la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 6, 13c-15a. 17-20.
A su llegada a Corinto San Pablo encontró al judío Aquila y a su esposa Priscila que habían llegado desde Roma porque el emperador Claudio había expulsado de la capital a todos los judíos. Pablo los visitó y como se dedicaban al mismo oficio de fabricar tiendas de campaña, se alojó en su casa. Aquí tenemos al gran Pablo de Tarso ya convertido del judaísmo, pero rechazado por ellos y obviamente por los paganos a cuyas prácticas idolátricas se oponía. Él dice a los corintios: “El cuerpo no es para la fornicación sino para el Señor… O ¿no saben que quien se une a una prostituta se hace un cuerpo con ella?... Apártense de la prostitución… De modo que no se pertenecen a sí mismos, sino que han sido comprados a un gran precio (la sangre de Cristo), por tanto, glorifiquen a Dios con sus cuerpos”.
c) Del Evangelio de San Juan 1, 35-42.
Este texto es parte del “testimonio” de Juan Bautista, quien siempre que es mencionado por San Juan aparece en su calidad de testigo y su testimonio provoca una reacción en sus discípulos que decidieron seguir a Jesús. Juan Bautista estaba acompañado por dos de sus discípulos y señala a Jesús como “el Cordero de Dios”, en seguida siguieron a Jesús. Al verlos les pregunta “¿Qué buscan?” y ellos le contestan “Maestro, ¿dónde vives?” – Él les dijo “vengan y lo verán”.
Juan Evangelista, con esa admirable sencillez, introduce el ministerio de Jesús que dialoga con sus primeros discípulos. En las páginas bíblicas siempre se dio mucha importancia al tema de la llamada. El Señor es quien toma la iniciativa vocacional, y las personas invitadas son las que responden. Dios, conociendo muy bien el corazón de cada uno, le invita a colaborar en su obra. Naturalmente la respuesta es libre, si la persona no quiere, el Señor respeta esa libertad.
En el texto que comentamos aparecen los verbos de toda vocación cristiana, que es llamada de Dios a la fe y a su amistad: buscar, encontrar, ver, seguir y permanecer con el Señor. Los discípulos siguieron, pues, a Jesús, pero sabemos que ese seguimiento inicial tuvo sus limitaciones hasta el día de Pentecostés. Jesús dedicaría los tres años de su vida pública a formarlos, prepararlos para la misión que les encomendaría y entrenarlos para el ejercicio de su ministerio. El Espíritu Santo, el día de Pentecostés, produjo un gran cambio en aquellos hombres, pues eran unos simples pescadores y tendrían que predicar en muy diversos ambientes.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.
B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.
R. Cantalamessa: “Echad las Redes”.