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COLABORACION

La vida viene cargada de auxilios

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Daniel Beltré LópezSanto Domingo

Un año de incertidumbre, con las fauces de la muerte abiertas de par en par, ávido de tormentos e insospechados miedos, concluye despojado de sus grandes amenazas. Lo despedimos con su afán depredador y su insaciable sed de desesperanza. Lo despedimos reafirmando la grandeza de la creación, la inteligencia dada al hombre y la vocación heroica de siempre, la que emerge de unos corazones que lucen escogidos, la que emerge signada por el sacrificio de la propia vida.

Testimonios de acciones bienhechoras registran las grandes conflagraciones y las pestes que no han podido con la mejor voluntad del hombre.

Sobrevive siempre el amor bien entendido, la fraternidad, la compasión y el espíritu dador que habla de la mejor parte de la civilidad. Sucumbir no ha sido jamás una alternativa en los predios del amor. Siempre se regresa al canto aún para contar la gloria de las cenizas. Siempre se regresa al canto, aún para soñar que toda victoria corresponde a la vida, que no existen aguijones capaces de exterminarla, porque somos la obra de una voluntad que no concede gloria alguna a la muerte.

Volveremos a regar la tierra que nos fue dada para el juego, para la libertad; que nos fue dada como punto de partida para salvar horizontes, para hacer de la existencia un testimonio vivo del abrazo al primer desconocido.

Nos detendremos en las espesuras del recuerdo a contar los besos rezagados en la idea de un pronto reparto.

Mi poema, “Arca”, pudiera sumar sus versos a este acto de venturas: “Llegaremos a casa dando gracias por la luz, ataviados de colores, de sueños colectados mientras el sol doblaba párpados; llegaremos a casa sin que nos acosen los ritos del miedo...

Nos detendremos a auditar todo lo perdido, lo que jamás creímos partiría, pero nos resistiremos a creer que hemos sido concebidos como piezas sin rutila de un mundo que apenas nos extraña.

No.

Quedará por sentado que somos el mundo mismo aún la espera se vuelva piedra; quedará por sentado que somos los recuerdos de las noches mudas, los días que ganaron la partida al horror, la hoz que podó la desventura, el salmo que hizo liviana al alba.

Es verdad que jamás seremos los que fuimos, que mutaremos como mariposa; pero jamás seremos lobos que devoran las espirales del amor. Surgiremos del pálpito, seguros de llevar motivos suficientes para llorar; también, para cantar por siglos”.

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