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EL BULEVAR DE LA VIDA

Un “Ciudadano Cero” Residente en Calle 13

Cuando se habla del aumento de los ca­sos de violencia en el país, muchos pien­san en la familia, en la debi­lidad institucional o en el mal ejemplo de la corrupción con impunidad; y tienen razón. Solo que a estas razones, de­bemos añadir los efectos del cambio de expectativas y aspi­raciones de nuestros jóvenes y adultos. Es así como nos en­contramos con un joven, un hombre light como lo definió el psiquiatra español Enrique Ro­jas, a quien la sociedad, la pu­blicidad, y el consumismo tan dominantes en estos tiempos, le ha enseñado que para SER primero hay TENER, a lo que uno añade que, además hay que EXHIBIR y aparentar. Para hacerlo, las redes sociales son el escaparate por excelencia. Instagram, por ejemplo.

No es exactamente cierto que la mayoría de los robos y ase­sinatos se cometen porque al­guien, de tan pobre, no tiene un pan para comer. No. No es un pan lo que buscaban los dos jó­venes que asaltaron a José Mo­negro y su familia, o esos otros jóvenes que hoy te asaltará a cualquier hora y en cualquier lu­gar de Santo Domingo, sino di­nero para comprar un porro, los tenis de Lebrón, el último Smar­tphone, (robado, por supuesto.).

Hablo de ese joven que des­cribe magistralmente El Re­sidente/ René Calle 13, en su aporte a la versión que de la canción “Hay un niño en la ca­lle”, de Armando Tejada Gó­mez grabará en su despedida Mercedes Sosa. Dice René:

“Cuando cae la noche duer­mo despierto/ Un ojo cerrado y el otro abierto/

Por si los tigres me escupen un balazo/. Mi vida es como un circo, pero sin payasos./

Yo soy un elemento más del paisaje./ Los recibos de la calle son mi camuflaje/

como algo que existe, que parece de mentira./ Algo sin vida pero que respira”.

Les presento al Ciudada­no Cero, que este sociedad ha creado, y al que Joaquín Sabi­na define como “un macarra de ceñido pantalón, (...) hijo de la derrota y el alcohol./ So­brino del dolor,/ primo herma­no de la necesidad/ que tuvo por escuela una prisión y por familia y por maestra, un col­madón y una mesa de billar”.

Sólo era asunto de tiem­po, que el chico de la calle de René, que es el mismo Ciuda­dano Cero de Sabina, saliera del agujero y tomara las calles de Santo Domingo. ¡Sálvese quien pueda!

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