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ORLANDO DICE

Cuestión de copas

El pesimista con su copa medio vacía en la mano y la botella rota a los pies, pensó –a principio de año– que no llegaría a Navidad.

El 2020 había sido declarado po­líticamente complicado, y después de marzo, en extremo riesgoso, sanitariamente hablando. Elecciones primero y pandemia después.

Sin embargo, aunque muchos optimistas con la copa medio llena y la botella casi entera se que­daron en el camino, el pesimista sobrevivió.

Incluso aprendió una lección que fácilmente olvidará: nadie muere en la víspera, sea en cam­paña o en enfermedad. En política o en pande­mia.

La circunstancia por igual sirvió de mucho, pues se demostró que el dominicano, en las peo­res condiciones, no solo enfrenta, sino que vence el destino.

Caprichoso el azar produjo cambio político, y un nuevo partido toma el mando del país, ha­ciendo de la alternabilidad una realidad esplen­dente.

Perdió el PLD, pero ganó la democracia, y se supone que la democracia y no el PLD debe ser la principal ocupación del dominicano.

El dominicano que por siglos viene navegando cerca de los acantilados, sin que la barca naufra­gue o llegue a playa o arribe a puerto.

Políticamente no existe problema, pero sí di­ficultades en el ámbito sanitario. Y lo más inte­resante es que se trata de la misma gente, la po­blación de siempre. El dominicano que pudo superar los inconvenientes de campaña y de elec­ciones, votando por un gobierno diferente, ahora se resiste a los rigores de la emergencia. En espe­cial del toque de queda. En marzo se aglomeró y también en julio, y los efectos no fueron desastro­sos, como se prevé ahora en las fiestas de Noche­buena y Año Nuevo.

En trance de nuevo el pesimista y el optimista, aun cuando el segundo ganó la anterior partida al primero. ¿Qué prodigio tiene la política que no la salud? La política sanitaria es la misma del an­tiguo régimen, con algunas variantes. Pero hasta la política social se mantiene, incluso con prórro­ga de fases.

¿Cuál, pues, la razón de que la gente no se contenga, con el panorama de horror que pre­sentan las autoridades?

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