ORLANDO DICE
Cuando se saque la cuenta
El año 2020 fue tan raro, confuso, complicado, que todavía no se le saca la cuenta. No se advierte, por ejemplo, que la democracia lo traspasó como una flecha. La regla de la mayoría pudo haberse caído en el Senado, pero en el escenario nacional se impuso la alternabilidad en el poder, otra de sus normas fundamentales.
El cambio fue y sigue siendo una consigna, pero la alternancia es una realidad insospechada, y en la ocasión - en cierto modo - sorpresiva.
Y no solo para el gobierno que fue desalojado del Palacio Nacional, sino para sectores diversos de la sociedad que apoyaban o confrontaban al antiguo régimen.
La reedición del establecimiento de entonces era un designio, y como todos los designios, de orden superior. Aunque el candidato era otro, la logística de poder estaba dispuesta y no era engañoso pensar que repetiría la experiencia.
El recuento se queda en los bordes, en el marco, y no entra al cuadro y se fija en los detalles. Un acontecimiento, un cambio de fecha, obraron el milagro.
Un milagro que se llama cambio, pero que en realidad fue alternabilidad. O alternancia, que suena más español.
Todavía se averigua lo que ocurrió, y nunca se sabrá, pues las investigaciones no fueron concluyentes y no convencieron ni a quienes las llevaron a cabo.
Los humanos tenían su parte hecha, sin contar con la astucia de las maquinas que dieron vuelta a la situación. Si el voto automatizado no falla, el gallo hubiera cantado como estaba previsto.
Febrero estaba supuesto a crear condiciones para mayo, pero no hubo febrero y tampoco mayo, y la mudanza no se debió a la pandemia.
La gente, acostumbrada a la percepción, hizo su propia valoración. No pensó en sospechoso, sino en culpable, y como el gobierno fue lo que encontró más cerca, lo hizo pagar las habas.
Lo análogo ganó la batalla a lo digital, y la Plaza de la Bandera se impuso al Palacio Nacional.
Un fenómeno nunca visto en el país, réplica de la Primavera Árabe.
El río sonó y agua traía.