La miseria de la opulencia

La esperanza de obtener riquezas puede convertirse a la larga en una forma de esclavitud y hasta de una simulada felicidad.

En Epístolas morales a Lucilio, Séneca manifiesta que la “adquisición de riquezas ha sido para muchos, no un fin, sino un mero cambio de sus desgracias” (Libro II, Epístola 17, Madrid: Editorial Credos, 1986, pp. 163-167).

Encuentra aplicación lo anterior, a lo escuchado hará más de treinta años en la que un prospero hombre de negocios se vanagloriaba de su buena estrella en todo lo que emprendía que llegó a ser calificado como un rey Midas moderno.

Éxitos que se debían a su habilidad de agenciarse favores sin importar a quien perjudicar o engañar, aunque siempre se lamentaba con los hijos que habiéndoles proporcionado una educación en los centros educativos más costosos dentro y fuera del país y consentirlos, dándoles todo cuanto le pedían, sentían vergu¨enza de su apellido paterno, y del materno que aun de rastro heráldico no se atrevían a mencionarlo.

En las bodas de Fígaro (acto V) Beaumarchais pone en boca de uno de los personajes que para “ganar riquezas, más que el saber vale el saber darse maña”.