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La muerte trágica del presidente Cáceres

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Mario E. CáceresSanto Domingo

Y (IV) Ramón Cáceres nació y creció en el campo, al abrigo de una familia unida, en su Estancia Nueva de Moca y esto lo marcó para siempre.

El contacto con la naturaleza y el calor de un verdadero hogar hace a los seres humanos fuertes, sanos de espíritu, sin dobleces ni perjuicios, serenos, espontáneos, cálidos, nobles hidalgos, caballerosos, decididos, laboriosos y nostálgicos siempre del hogar y terruño donde nacieron. Así fue Mon Cáceres desde su juventud hasta su muerte. Como ser humano, hijo, esposo, padre, hacendado, empresario, amigo, militar, gobernante y como estadista.

Fue increíble lo que enderezó y logró en solo seis años, gracias a la confianza que inspiro su seriedad, al espíritu de justicia y buena organización que implantó, a la disciplinada libertad que garantizó, a las medidas que tomó contra la delincuencia política y el caciquismo, a la igualdad con la que trató a todos tanto en el reconocimiento de sus méritos de derechos como en la sanción de faltas, a la consolidación e independencia de las instituciones judiciales que estableció, a la apoliticidad de la policía y de las fuerzas armadas que consiguió y al impulso increíble que dio al mundo legislativo, administrativo, judicial, cultural, económico, educacional, artístico, industrial y agrícola. “Expresiones en la homilía pronunciada por Monseñor Francisco José Arnaiz en la eucaristía oficiada en la Catedral Primada de América el día 19 de noviembre del 2001, para conmemorar el noventa aniversario del asesinato del Presidente Ramón Cáceres.”

El desmantelamiento violento del régimen cacerista trajo consigo, el del caos que, a fuerza de una dictadura liberal-constitucional había contenido el hijo de Manuel Altagracia Cáceres (Memé), asesinado también un 17 de septiembre de 1878, en un acto de sicariato, encargado por sus rivales políticos coyunturales; este había ostentado varios cargos importantes en el Estado dominicano, tales como, Vicepresidente de la República y Canciller, entre otras funciones de relevancia capital.

El vacío político provocado por la desaparición del orden cacerista, tras el asesinato del presidente, se hizo más notorio, en razón de que, mediante su campaña militar “pacificadora”, había garantizado dinamizar las estructuras productivas mediante una importante serie de innovaciones tecnológicas, que contribuyo al desarrollo de la agroindustria, la agricultura, la ganadería, las telecomunicaciones, las infraestructuras, las finanzas y la institucionalización de los distintos estamentos del tren administrativo gubernamental. Además de trascendentes reformas en el plano jurídico-político.

La ruptura de aquel orden, trajo consigo una secuela de perturbadores políticos, económicos y sociales, cuyo efecto inmediato se expresó en la sangrienta Guerra de 1912 entre bolos y coludos, que además de cuantiosas pérdidas de vida, genero un enorme estado de vulnerabilidad frente a las interferencias de los EE.UU., que mantenía el control financiero del país, a través de la Receptoría de Aduanas, establecida a lo largo de una serie de acuerdos, que culminaron en la supresión de la soberanía nacional, por medio de la Convención Dominico-Americano de 1907. “De José L. Vásquez Romero, autor del interesante y reciente libro El modelo anticaudillista y desarrollista del presidente Ramón Cáceres (1906-1911)”.

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