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COLABORACIÓN

Autoridad y austeridad

En República Dominicana entrar al Gobierno a corregir una crisis de proporciones “bíblicas” (pandemia y Economía) sin estas dos herramientas es dar pie a la permanencia del problema y, por tanto, está condenado a razonar sobre el pasado. Ningún gobernante aún lo bien intencionado que esté puede ignorar el valor de este criterio aún tenga el poder de indicar soluciones. Esta relación es dual, una va con la otra pues la debilidad de un gobierno procede que esté debilitado de la fuente real de poder, y por tanto, solo la “represión” ejercida contra los apetitos de seguidores, adversarios y la ambición privada es la prueba donde reside la garantía. Para imponer la autoridad verdadera, enérgica contra los privilegios el gobernante debe ejercer la autoridad sin dejar manos libres a nadie. A pesar de las reducciones de gastos y la ofrenda personal del Presidente y de solicitar a los partidos políticos un sacrificio, el esfuerzo es insuficiente. Aunque abra una vía para poder avanzar, son poco tributarias, debe irse más profundo, pero hay que hacer comprender a los suyos que “bien predica, quien bien vive”. Los privilegios del Congreso es la prueba contra la Historia y el momento. Esta es una crisis que conmueve el Estado. Joaquín Balaguer, un hombre de decisión, con conocimientos heredados del pasado, a partir de una experiencia compartida con los hombres de una época, de la “era”, en 1966 hubo de enfrentar una situación caótica en un país nuevo, incierto y peligroso, frenó la desmesura, eran las condiciones que le imponía la Historia y el momento, y llevó al sacrificio colectivo. Adrede permitió alguna bicoca a jerarcas militares, silenciosamente, dando a pensar que esa era la “ración del boa”, apartándose sin temor de la legalidad y abrirse caminos de poder y control de esas mismas fuerzas en que descansaba la autoridad. Incluso la mayoría de las veces sordo a las advertencias. Era lo que la necesidad imponía, pero fue el señuelo del dominio omnipotente que hizo del ¡¡¡atrévanse!!! toda una advertencia típica del “Estado soy yo” a quienes trataron de desafiar sus prácticas austeras fueran seguidores o adversarios.

No pretendo poner las cosas en el contexto del 66, pero también quedaría desnaturalizada si juzgásemos que no responden a las necesidades de la comparación pues el pretexto es el mismo: salir de la crisis y echar adelante el país con un alto costo, eso sí, sin dejar de castigar a los implicados en la aventura colectiva de asaltar el Estado.

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