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EL BULEVAR DE LA VIDA

La gran incógnita

Indignadas e informadas como nunca antes, las grandes mayorías nacionales piden al gobierno hacer lo que en 176 años nunca se ha hecho ante la corrupción: Justicia.

Llegada la democracia con el gobierno del PRD, en 1978, la promesa era la libertad y, tan urgente, que, una vez más y como siempre, nos olvidamos de la corrupción, y todo porque aquí, la gobernabilidad casi siempre se ha alcanzado al alto precio de la impunidad.

Fue así como, gracias a una repetida “política de borrón y cuenta nueva”, la corrupción en vez de disminuir fue en aumento, y un próximo gobierno fue siempre más corrupto que el anterior, y no por un asunto de ética sino de falta de experiencia.

Esto es lo que explica que los dos primeros años de los gobiernos del PRD en 1978, y del PLD en 1996, hayan sido tan poco sonoros en el tema de la corrupción, lo que se explica porque sin el debido know-how había que crear de cero los equipos de Corrupción S. A., con personajes de un sector privado del que decimos lo mismo que de la clase política: que en su seno, como en la canción “Fiesta” de Serrat, hay “nobles y villanos, prohombres y gusanos” a quienes en cada gobierno “encuentra el sol”, pero no “manoseando a una muchacha” sino violando al erario, las riquezas nacionales. De gobierno a gobierno, la política dominicana se ha ido convirtiendo en un vulgar asunto empresarial de inversión para posteriores ganancias, mientras la corrupción se ha “democratizado”, inoculando a la sociedad de un C-19-D (Covid-19 Delincuente) que financia partidos, y hace ganar a legisladores y alcaldes.

Ante esta realidad, surge la gran incógnita: ¿Logrará el nuevo gobierno y su ministerio público romper el viejo contrato de impunidad de nuestras élites político-empresariales? Claro que hablo de unas élites que por décadas han logrado convertir la lucha contra la corrupción en un espectáculo mediático de venganzas, atropellos, y finalmente de impunidad, que es lo que jode. He ahí el gran desafío.

Los ciudadanos no queremos encartados humillados pero que finalmente queden impunes, como siempre ha ocurrido. Uno reclama Justicia para todos los encartados, “que están o están llegando”, cuyos casos hay que continuar hasta que adquieran la categoría de la cosa -o vaina- definitivamente juzgada. Culpables o inocentes. Y que nunca más se alcance la gobernabilidad al alto precio de la impunidad.

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