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FUNDACIÓN SALESIANA DON BOSCO

En pantalones cortos

Cuando era niñ o , n o me avergonzaba caminar por las calles en pantaloncitos cortos y la gente tampoco prestaba atención a eso, les parecía muy natural.

Llegó un momento en el que entendí que ya no era tan niño, y, por ende, ese estilo no me lucía, así que decidí modi f icar mi manera de vestir.

Sé que lo mismo han vivido otros que, guardando cierta consideración hacia su propia persona, han entendido que vestir con pantalones cortos a cierta edad no procede.

Aunque últimamente la mentalidad ha cambiado y hasta los empresarios más adinerados andan de vez en cuando en camisas y pantalones cortos multicolores sin que nadie cuestione el hecho.

Pero entre tú y yo, le veo más sentido a eso, que al hecho de que en un país tan caluroso como este, la gente ande luciendo sacos y corbatas solo para sentirse superiores, olvidando su origen humilde y que, al fin de cuentas, todos somos iguales, y que un traje fino no te aporta clase ni estatus.

Deberíamos imitar a los turistas millonarios, quienes, al llegar de vacaciones a la isla, dejan a un lado su suntuosa vestimenta para sentirse libres, para caminar cómodamente en pantalones cortos como diciendo a cada paso “a usted qué le importa mi manera de vestir, yo estoy disfrutando este momento”. Me encantaría ver la gente con ropa suave, sin corbatas, mangas largas, ni tanta burocracia.

Total, tú no eres más que yo porque te vistas más elegantemente, ni tampoco yo más que tú, aunque ande en pantalones cortos.

Si quieres vestir la mejor de las galas, te recomiendo al más prestigioso Sastre, el único que puede remendar las costuras rotas de tu corazón y diseñarte un traje a la medida, el traje que te permitirá la entrada al banquete eterno, la más anhelada fiesta.

Y es que hay una vestimenta que importa más que todas y pocos la toman en cuenta, la vestimenta del alma.

Qué irónico es que, a nivel espiritual, el mejor traje no se asemeja a las más finas vestiduras de marca, sino a unos simples pantalones cortos, porque mientras más volvamos a ser como niños, más vamos a reconocer nuestra

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