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ORLANDO DICE

Entre mafia y camorra

En lo que la verdad recupera su espacio y el sano juicio se impo­ne, conviene arreglar la carga en el camino verde que va a la ermita.

Nadie conoce la intimidad de la fragua de la Procuraduría, pero sí su temple. Habrá que esperar, y hacerlo sentado, para no cansarse antes de tiempo.

La política, sin embargo, empieza a quejar­se y considera que la discriminación salta a la vista. Que está bien que se proceda contra los privilegiados del antiguo régimen, pero que lo justo era escoger uno de acá y otro de allá.

La política no se mete con lo ético, y mien­tras más lejos, mejor, pero piensa con sentido práctico. Lo del PLD no fue un gobierno, o un período, sino una era.

No de 30 años como la de Trujillo, pero sí de 16 años, y aunque la mitad, fueron muy buenos según se va comprobando.

Solo perseguir o juzgar 8 años no so­lo sería discriminatorio, sino sospechoso. ¡Oh, señora, no hay razón de justicia para distinguir el morado del verde!

Cuando el pasado domingo Danilo Me­dina se dolía de la suerte de sus hermanos detenidos, Leonel Fernández se lo gozaba en campaña.

Declaraba que el PLD se había emborra­chado de poder, y por disoluto, pasado de alcohol, ahora debía pagar las consecuen­cias.

Como si la Fuerza del Pueblo fuera la copa rota, la que nadie escanció. Como no tiene hechas, tampoco sospechas, y feliz de la vida.

Así no era que habían contado el cuento.

Y conviene que lo cuenten de nuevo, pues en la Viña del Señor para que sea del Señor tiene que haber equidad. ¿Acaso Salomón no planteó dividir el muchacho?

La política, con la verdad en las manos y sano juicio, reclama equidad en el reparto. Recuerda que en el cesto había más man­zanas podridas y la impunidad no consien­te que entresaquen.

No hay que negar la mafia siciliana, pe­ro sí allanar también la camorra napolita­na, pues no es hora de indulgencia, y am­bas cuentas deben ser saldadas por igual.

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