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EL CORRER DE LOS DÍAS

Cuando lo repentino nutre lo instantáneo

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

Dijimos que lo instantá­neo es casi nunca pre­visible; por enorme que pareciera, todo cabe en su estructura, pues­to que de lo contrario ha­bría que dudar el desarro­llo de su lógica.

Lo instantáneo viene ca­balgando en lo sorpresivo, como vienen los milagros, pero no siempre incide en la conciencia ajena al en­tendimiento.

No existe nada que pue­da llevarnos a lo que pue­da ser definido como lo “pre- instantáneo” o “lo-an­te-milagroso”, o “milagra­rio”, porque esto es algo así como una condición pre­via de lo que se da conocer sin aviso, nada puede pre­decir estas esencias cundo aún no están en su fase de desarrollo, cuando son po­tenciales como las prego­na Santo Tomas de Aqui­no, maneras que aparecen como toda instantanei­dad en los grupos humanos que admiten dentro de sus creencias un algo esotérico de las mismas, catapultan la idea de lo divino, de lo inexplicable de su origen, de su sacralidad.

La potencialidad de cier­tas cosas, propuestas por Santo Tomás sería algo así como lo antes fecundado lo aun no maduro, una la­tencia en busca de su pro­pia realidad o futuro.

En la tormenta, la tro­nada es anunciada por el relámpago, pero nunca el mismo llega luego, sino que es la parte de una le­janía instantánea, cicatriz anterior del sonido, y voz final del presente acompa­ñado por un voz predicto­ra que tarda en la proclama de la llegada de la tormen­ta; toda tronada aspira al celaje de la luz que la pre­cede, pero siempre la ins­tantaneidad es más rápida que su propia intención.

La palabra instante es solo uno de los uniformes de trabajo de aquello que consideramos lo instantá­neo tan neutral como lu­mínico.

Pero, hay que decir que lo instantáneo es no solo una de las formas de la divi­nidad cuando, juguetona o feroz, se repite en visiones que no tienen otra explica­ción que la del mundo in­material que juega sus pa­peles de eternidad más allá de lo establecido.

Así también el llamado milagro, reacción biológi­ca casi inmediata que pue­de rehabilitar en solo unos momentos al enfermo, es para algunos una muestra de la instantaneidad divi­na.

Y lo fue también la fru­ta inesperada que, menti­rosa y emblemática, golpeó la cabeza de Newton, tam­bién ¿una virtuosa manza­na?, porque a veces, en su momento, lo instantáneo se funde al golpear la in­teligencia, como se funde, igualmente el ruido de la lluvia con el rumor poéti­co y a veces monótono, del arroyo para insuflarle me­lodía, aprehender la hume­dad de la tierra tejiendo entrambos sus posibles y desconocidas instantanei­dades.

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