EL CORRER DE LOS DÍAS
Cuando lo repentino nutre lo instantáneo
Dijimos que lo instantáneo es casi nunca previsible; por enorme que pareciera, todo cabe en su estructura, puesto que de lo contrario habría que dudar el desarrollo de su lógica.
Lo instantáneo viene cabalgando en lo sorpresivo, como vienen los milagros, pero no siempre incide en la conciencia ajena al entendimiento.
No existe nada que pueda llevarnos a lo que pueda ser definido como lo “pre- instantáneo” o “lo-ante-milagroso”, o “milagrario”, porque esto es algo así como una condición previa de lo que se da conocer sin aviso, nada puede predecir estas esencias cundo aún no están en su fase de desarrollo, cuando son potenciales como las pregona Santo Tomas de Aquino, maneras que aparecen como toda instantaneidad en los grupos humanos que admiten dentro de sus creencias un algo esotérico de las mismas, catapultan la idea de lo divino, de lo inexplicable de su origen, de su sacralidad.
La potencialidad de ciertas cosas, propuestas por Santo Tomás sería algo así como lo antes fecundado lo aun no maduro, una latencia en busca de su propia realidad o futuro.
En la tormenta, la tronada es anunciada por el relámpago, pero nunca el mismo llega luego, sino que es la parte de una lejanía instantánea, cicatriz anterior del sonido, y voz final del presente acompañado por un voz predictora que tarda en la proclama de la llegada de la tormenta; toda tronada aspira al celaje de la luz que la precede, pero siempre la instantaneidad es más rápida que su propia intención.
La palabra instante es solo uno de los uniformes de trabajo de aquello que consideramos lo instantáneo tan neutral como lumínico.
Pero, hay que decir que lo instantáneo es no solo una de las formas de la divinidad cuando, juguetona o feroz, se repite en visiones que no tienen otra explicación que la del mundo inmaterial que juega sus papeles de eternidad más allá de lo establecido.
Así también el llamado milagro, reacción biológica casi inmediata que puede rehabilitar en solo unos momentos al enfermo, es para algunos una muestra de la instantaneidad divina.
Y lo fue también la fruta inesperada que, mentirosa y emblemática, golpeó la cabeza de Newton, también ¿una virtuosa manzana?, porque a veces, en su momento, lo instantáneo se funde al golpear la inteligencia, como se funde, igualmente el ruido de la lluvia con el rumor poético y a veces monótono, del arroyo para insuflarle melodía, aprehender la humedad de la tierra tejiendo entrambos sus posibles y desconocidas instantaneidades.