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AGENDA SOCIAL

La ineficiencia de la desigualdad

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Margarita CedeñoSanto Domingo

La Comisión Eco­nómica para América Lati­na y El Caribe (CEPAL) ha da­do inicio a su trigésimo oc­tavo período de sesiones con la publicación de un infor­me con un título sugerente, que resume uno de los gran­des problemas que hace falta enfrentar desde las políticas públicas: la ineficiencia de la desigualdad.

El enfoque de este docu­mento, que ya es una cos­tumbre cada año como re­ferente para los hacedores de políticas públicas en to­da la región, profundiza so­bre la impostergable necesi­dad que tienen los países de nuestra región de hacer las inversiones necesarias pa­ra poner fin a las causas es­tructurales que alimentan la desigualdad social, porque es la única manera en la que podremos acelerar el creci­miento de la productividad y transitar hacia una América Latina y El Caribe más prós­pera y con mayor bienestar para sus ciudadanos.

Es decir, ya no se trata tan solo de un imperativo mo­ral, que lo es en todo el senti­do de esa frase, sino también una necesidad desde el pun­to de vista económico, por­que la baja diversificación productiva, la dependen­cia de los recursos naturales y la poca especialización de nuestros mercados, encuen­tra sus causas en la desigual­dad social y en las brechas que aún no hemos podido cerrar, como la brecha edu­cativa, la brecha de género y la brecha digital, por poner algunos ejemplos.

El avance de los derechos políticos, económicos y so­ciales que ha resultado de la toma de conciencia de la población latinoamericana en los últimos 20 años, de­be estar acompañado de una respuesta desde las políti­cas públicas que traduzcan ese anhelo de la sociedad en una realidad palpable, para lograr la necesaria cohesión social que facilita el desarro­llo de los pueblos.

Tal y como lo plantea la CEPAL, en el centro de la agenda pública debe estar la igualdad, por dos razo­nes fundamentales: porque lo que se hace desde lo pú­blico debe tener un objetivo concreto que beneficie a la humanidad y porque el con­senso de los expertos es que, a mayor igualdad, habrá me­jores condiciones para conti­nuar en el sendero del desa­rrollo.

El tema es fundamental en este momento de pan­demia, en el cual se corre el riesgo de que los que más tie­nen conserven o aumenten sus beneficios, mientras que los que están en situaciones vulnerabilidad, pierdan el te­rreno que han ganado en las últimas décadas. No se trata solo de una afirmación que tiene impacto económico, también lo vemos en la edu­cación, donde las facilidades tecnológicas benefician a los más pudientes, ensanchan­do la brecha que ya existe entre pobres y ricos.

El costo de la desigualdad está más que demostrado en los análisis e investigaciones que por muchos años se han realizado sobre el tema. Pe­ro entender el costo desde el punto de vista de la ineficien­cia que le genera a la econo­mía, podría ser una forma de convencer a los actores eco­nómicos de la importancia de invertir sumas cuantiosas de dinero en programas que buscan romper estos ciclos de desigualdad, porque en el mediano y largo plazo gene­ran un retorno extraordina­rio de la inversión. Promover el bienestar social es piedra fundamental de un sistema económico que propicie la innovación y el desarrollo.

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