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EL BULEVAR DE LA VIDA

Y sin embargo, la Justicia

A uno le parece encomiable y muy conveniente para la transparencia, la institucio­nalidad y la mismísima demo­cracia dominicana, que ciuda­danos de a pie, periodistas que investigan, simples cibernautas o los mismísimos ad­versarios de los partidos gobernantes, de­nuncien posibles actos de corrupción de parte de los servidores públicos.

Sin embargo, una denuncia no puede ser convertida en una condena mediática a través de la aplicación de lo que el profesor argentino Darío Villarruel -en su libro del mismo nombre- llama (IN) justicia mediáti­ca. Ni “ciudadanos de a pie, ni periodistas, ni cibernautas ni los adversarios políticos o empresariales del partido gobernante”; sólo los tribunales de la República tienen la encomienda y el poder constitucional para decidir quién es culpable y quién inocente.

En el caso de la ministra de la juventud, -a quien no tengo el gusto ni el disgusto de conocer-, lo justo sería que ante las graves denuncias en su contra, ella sea suspendida en sus funciones, y que la instancia corres­pondiente en el Ministerio Público deter­mine su suerte que, según los resultados de las indagaciones, podría incluir la can­celación y hasta el sometimiento a la jus­ticia.

Es aquí donde uno, -porque sabe bien que para un buen juez “la opinión es li­bre, pero los hechos son sagrados, y lo que no está en un expediente no exis­te”-, celebra que sea Miriam Germán y no otra, la procuradora general de la Re­pública. Y es que, la Germán representa la garantía de que al fin se hará justicia sin apellido, alejada de la Feria de la Paz esa (IN) justicia mediática que tanto pue­de dañar la verdadera lucha contra la co­rrupción y la impunidad, pues, no es en los medios de comunicación ni en las re­des sociales donde se ganan o se pierden los casos, sino en los tribunales. A falta de justicia, que llegue la protesta, no la sus­titución. No somos jueces.

Dicho lo anterior, es buen momento para recordar y recordarnos que la presunción de inocencia, el debido proceso y el respeto a los derechos ciudadanos, no solo existen para ser aplicados EXCLUSIVAMENTE a los denunciados/investigados que gozan de los beneficios de nuestra amistad o nuestro agradecimiento.

El mediático fusilamiento moral des­prestigia la lucha contra la corrupción, hiriendo de muerte a una justicia que, durante años, ha ido por la vida como el tango... “sola fané y descangallada”. En­tonces, que sea por ella.

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