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Legitimación presidencial

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Cristhian JiménezSanto Domingo

Peligroso que un partido en el gobierno des­legitime al pre­sidente que ayudó a colocar en la Presi­dencia de la República.

Esta situación se pueda presentar por desencuen­tros entre el mandatario y los principales dirigentes partidarios por protestada escasa representación de afiliados en la administra­ción pública.

Tradicionalmente todos los dirigentes del partido desean ir a los más impor­tantes y rentables puestos públicos sin importarles la suerte de la organiza­ción. Incluso con posicio­nes ganadas en el Congre­so Nacional presionan su paso para altos cargos, co­mo ocurre en la actualidad con tres diputados electos del Partido Revolucionario Moderno.

También acontece que presidentes electos se apar­tan de sus compañeros de partido desde la transición y luego suben las escalinatas palaciegas acompañados por empresarios, financia­dores de la campaña, fa­miliares, amigos y uno que otro “notable” (o notorio, como imputó un magistra­do a un omnipresente). El “grajo” se queda en los apre­tujones de la campaña, ale­garían.

Otro factor de enfrenta­mientos es la ambición de puestos por el particularísi­mo beneficio personal, gru­pal o familiar, sin importar si desde esas posiciones se ayuda al partido y al país.

Además, la aspiración desproporcionada que va tras posiciones sin menor calificación profesional o técnica. Estos desencuen­tros en la mayoría de los ca­sos se subsanan o esclare­cen.

Sin embargo, la forma­ción de proyectos presi­denciales extemporáneos es el mayor peligro para un gobierno que apenas da sus primeros pasos, al­gunos a tientas, en medio de una crisis económica sin precedentes provoca­da por el daño mundial del Covid-19, aunque según el presidente Luis Abinader hubo una pandemia pre­cedente de “corrupción e impunidad”, de la que res­ponsabilizó al saliente go­bierno de Danilo Medina.

Es ceguera por ambición política, extrañamente de personas y grupos que no vi­vieron aquellos vicios y lo­curas del partido padre, ca­mino a la extinción.

(En Estados Unidos re­solvieron este asunto per­mitiendo una reelección de los presidentes, como figu­ra hoy en el país, consignán­dolo en la enmienda 22 de la Constitución luego que Franklin Delano Roosevelt violara vieja norma que ini­ció Washington. Roosevelt iniciaba el cuarto mandato al morir. Ningún dirigente disputa la candidatura a un presidente en ejercicio).

Quienes quieren saltar procesos no se comprome­ten con sinceridad y a pro­fundidad con las políticas de gobierno, algunas nece­sariamente amargas en mo­mentos de crisis, lo que se evidenció con el resbalón que dio el gobierno al anun­ciar impuestos de fuerte im­pacto en amplios segmentos de clase media. Abinader se vio obligado a salir el sába­do 3 de este mes a impro­visar la contención de la re­belión, ganar tiempo y el jueves último retirar la “re­formita” e informar una so­lución basada en adelantos impositivos empresariales, recobrando la sintonía po­pular.

Algunos de los involucra­dos en estos proyectos mar­chan camuflados entre na­turales disgustos partidarios por el fuerte acento empresa­rial en el gobierno y las que­jas de aquellos que desespe­ran porque los decretos que les designarían retrasan su salida. Hay grupos que en­ganchan con cualquier dis­gusto para reclamar mayor cuota de empleos.

En el proceso de elección de los miembros de la Jun­ta Central Electoral se ha producido una conjunción dañosa que enfrenta la rei­terada voluntad del presi­dente Abinader de excluir elementos partidarios de es­te órgano y las altas cortes.

Una cosa es que las bases electorales de Abinader se desencanten y le retiren su apoyo y otra es que sectores internos conspiren contra el éxito del primer gobierno del PRM, por ambición desme­dida y en la incomprensión de que es vital la legitimidad del mandatario para comba­tir la corrupción y la impuni­dad y devolver la confianza en las instituciones naciona­les. Validación necesaria pa­ra otro intento del PRM. Solo 56 días…

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