Colar el mosquito y el “laissez faire”

De las cosas que más disfruto al leer los evangelios en la Biblia son las respuestas tan certeras que Jesucristo daba a los doctores de la ley.

Fariseos y escribas seguían a Jesús porque sus prédicas chocaban con su estilo de vida y, en cada momento, sus preguntas y las situaciones que le planteaban estaban dirigidas a hacerle caer en errores o contradicciones.

Ellos se ufanaban del conocimiento que tenían de la ley y de guardarla con punto y coma, pero solían poner cargas al pueblo llano, en virtud de esas normas estrictas, que ellos incumplían constantemente.

En el evangelio según San Mateo, capítulo 23 versículo 2, Jesucristo define esa actitud como “colar el mosquito y tragarse el camello”.

Era la manera de criticarles a escribas y fariseos su rigurosidad con las cosas insignificantes de la ley, pero obviando aquellos aspectos medulares del diario vivir.

Era ese afán de atar cargas pesadas y difíciles de llevar al pueblo, pero que ellos no estaban en actitud de asumir.

Esos expertos de la ley también acusaban a Jesús de ser permisivo con el pecador, obviando que aunque predicó un evangelio basado en el perdón, siempre mostró una actitud severa y estricta contra quienes se apartaban de la moral.

Cualquiera pensará que el introito de este artículo tiene alguna vinculación con la decisión de incluir en el presupuesto del próximo año una serie de impuestos que generaron amplio rechazo en diferentes segmentos de la población. No es así.

Tiene más que ver con las relaciones familiares y esas pesadas cargas que con frecuencia los padres pretenden imponer a sus hijos, sin tomar en cuenta si ellos estarían en la capacidad de asumirlas o cumplirlas.

Pero también asumir la actitud de indiferencia en la necesidad de forjar hijos obedientes y disciplinados.

En la educación que se transmite a los hijos siempre ha sido tema de debate qué causa más daño, si adoptar un estilo autoritario o permisivo.

Me llamó mucho la atención esta semana durante la entrevista con un adolescente la actitud del padre autoritario que se molestaba hasta porque perdiera dos puntos en un examen de 100.

Por otro lado, también está el caso de una madre que adopta la actitud permisiva en la educación de sus hijos, sin imponer los límites tan necesarios para que alcancen la preciada disciplina, colocando por encima de todo el argumento del respeto a la libertad a que tienen derecho.

Lograr un punto de equilibrio siempre será lo más conveniente, sin caer en la actitud de “colar el mosquito y tragarse el camello” en la educación de los hijos, imponiendo una obediencia basada en el más estricto control, pero tampoco cayendo en el “laissez faire” que les impida alcanzar una madurez y personalidad basada en los valores y el respeto.