EL BULEVAR DE LA VIDA
De educación, aristocracia y privilegios
La peste del coronavirus ha sido tan funesta, que algo bueno había de tener. Y es que, posiblemente, sólo después de su llegada, habremos aprendido los dominicanos a valorar las cosas, a separar lo importante de lo fundamental, la educación, por ejemplo, para entender al fin, lo que tanto proclamó el filósofo y maestro John Dewey, “Educarse no es prepararse para la vida, porque educarse es la vida misma”.
Con las fuerzas y el convencimiento que provoca saber que, en plan bíblico, “por sus hechos” lo vamos a conocer, y sobre todo por ellos lo juzgará la historia, el nuevo ministro de educación, Roberto Fulcar, y su equipo, han hecho, han comenzado a hacer, han planificado u organizado en 45 días, mucho de lo que el país esperaba que organizáramos, planificáramos y sobre todo hiciéramos en los últimos cuarenta años; desde aquellas discusiones en busca del consenso que permitiera la elaboración del Plan Decenal de Educación, hasta el pasado martes como a las once.
Ahora resulta que, construidas ya una buena parte de las escuelas y liceos imprescindibles, y establecida en gran medida la Jornada Escolar de Tanta Extendida, ahora sabemos que con mucha voluntad política, consultando sectores, innovando y combinando experiencia y compromiso, es posible dar el salto de continuidad y avanzar hacia una etapa que priorice la capacitación y la formación docente, junto al equipamiento y el correcto uso de las nuevas tecnologías de la información (NTI), más la radio y la televisión, para divulgar, actualizar y/o perfeccionar los contenidos y la calidad de estos, y que al fin sea la tecnología –vencida en los próximos meses la brecha digital que separa la civilización de la barbarie– un instrumento educativo al servicio de todos, absolutamente de todos los 2.8 millones de estudiantes que tendrán la oportunidad de aprender, por ejemplo, geografía dominicana, viendo un material de video elaborado por profesionales de la pedagogía y la producción de televisión.
Cuarenta y cinco días le han sido suficientes al ministerio de Educación para enviar el mensaje: Se trata de llegar al conocimiento, pero todos juntos y a tiempo, como recomienda León Felipe, para que llegue el día en que, culturalmente, sea un solo pueblo, el pueblo dominicano; y que, como siempre, tenga razón Cabral: “Una sola aristocracia la del esfuerzo, un solo privilegio, la inteligencia”, y una sola élite, la del trabajo. Amén.